Enamorados

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Bancroft y James bajaron el cuerpo con cuidado, envuelto en sábanas. Carolina estaba allí, con la cara blanca y sin expresión. En su mano tenía el anillo de boda de William. Había dejado su argolla y su diamante en el bolsillo de Willam, al lado de su corazón.

James y Bancroft empezaron a tapar su cuerpo en tierra. Ella había revisado su cadáver. No había sido un impacto, habían sido dos. Solo uno había traspasado de un lado a otro. Uno le había perforado el hígado y el otro había abierto una gran fisura en una de sus arterias renales. Había muerto desangrado. Ella, Bancroft y James todavía tenían las ropas sucias de sangre.

El hueco fue llenado de tierra y Carolina se fue al auto. James entró al auto con ella y Bancroft se quedó al lado de la tumba de su antiguo amigo.

— Me abandonaste — acusó Carolina —. Me dejaste con él. Estuve tanto tiempo a su lado que pude conocerlo — sus ojos se llenaron de lágrimas —, pude ver su corazón y él vio el mío. Tuvimos tanto tiempo que él espero a que yo aceptara que nunca vendrías y entonces me amó, me amó tanto — se tapó la cara y lloró.

— William tenía demasiada seguridad — se excusó James, sin saber qué más decir —. Bancroft y yo los vigilamos de cerca todo este tiempo, pero nunca encontramos una brecha, ni siquiera cuando disminuyó la seguridad. Hasta ayer en la noche supimos que algo iba mal.

— Ojalá hubieras llegado el día de la boda — susurró, se limpió las lágrimas.

Bancroft entró en el auto y condujo. Tenían que salir rápidamente de allí, probablemente los hombres de Wallace aún estaban cerca de la mansión. James miró la cicatriz en su brazo. En ese lugar había muerto su madre. En ese lugar William había sido herido de muerte.

— Una ilusión — susurró Carolina, viendo por la ventana.

James no sabía a qué se refería, tal vez se refería a ese mundo, a la muerte o al amor. Supuso que su pena sí era su culpa después de todo. Si la hubiera rescatado antes, ella nunca se hubiera enamorado. La vio mover la argolla en sus dedos. Siempre creyó que nadie lloraría a William cuando muriera y que era la peor persona del mundo. Carolina lloraba en silencio y James temía que dijera que William era un hombre grandioso.

El viaje a Londres fue largo. Bancroft le dio a Carolina unas pastillas para dormir y dormía profundamente con la cabeza sobre el regazo de James. Tenía una herida en la pierna; su rostro, manos, cabello y ropa estaban llenos de sangre, suya o de William.

James sacó de su bolsillo la manilla fea y la puso en la muñeca de Carolina. Era hora de regresársela. El celular de Carolina sonó en el bolsillo de su saco, James lo sacó era una notificación de un juego. Era el iPhone que él le había dado. Seguía teniendo su huella guardada. No pudo evitar la tentación de ver las fotos.

Las primeras fotos eran suyas, de su paseo por Londres, después de que se enfrentaran a William afuera del hospital de veteranos. Un par de fotos en Medellín, cuando él fue al mundo real y después, meses después, fotos con William. En la primera William leía un libro, estaban sentados, cubiertos con una manta, un fuego enfrente de ellos... Se veían enamorados. Las otras fotos eran igual de bellas, en el bosque, en una canoa en un lago, en un restaurante, en la cocina, en el invernadero, eran fotos de una pareja de recién casados, enamorados. La última foto era del día anterior. William había tomado una selfie, los dos estaban en la cama, despeinados y desordenados, él tenía el pecho descubierto y ella también. Se estaban dando un beso.

James dejó el celular donde lo había encontrado. Sintió dolor en su pecho. Ella se había enamorado de él y ahora estaba muerto. Le dolía pensar en él dolor que ella estaba sintiendo. Le dolía pensar que ahora sí la había perdido. Hacía unos meses ella lo amaba, pero William también le había robado eso.

— Pero al menos está viva — se dijo a sí mismo.

La señora Morton los recibió con sorpresa y se preocupó por todos debido a la sangre y a las heridas. James no había querido decir nada, pero una tenía unas esquirlas en el hombro. Bancroft supo manejar a la señora Morton y subieron a Carolina, todavía dormida, a la habitación de James. Rompieron el pantalón y limpiaron la herida. Después la señora Morton subió y le cambió la ropa. Carolina durmió todo el día y toda la noche, mientras James, sentado en una silla al lado, vigilaba su sueño.

Ella despertó en la mañana, asustada. James intentó calmarla.

— Estás a salvo. Todo está bien ahora.

— El anillo — pidió.

— Aquí está — James se estiró y lo tomó de la mesita de noche. Se lo dio y ella lo apretó con fuerza —. Lamento tu pérdida.

— No mientas, James.

— De verdad lo lamento. No me imaginé que estuvieras tan enamorada.

Decidió no prestarle atención, no quería que nadie le hablara de William. Vio de nuevo el anillo en su mano, estaba justo en el centro, enmarcando su cicatriz. La autora la había lastimado, la había encerrado, había esperado a que estuviera enamorada para arrancarle el corazón. Miró a James, tan parecido a William.

— ¿Tienes algo de ropa de la que dejé aquí? Quiero intentar volver a casa. Ya no queda nada para mí aquí.

— ¿Y yo? Quiero decir... sé que William y tú, pero... — James se detuvo, decidió no continuar con eso, la garganta le ardía por contener su tristeza —. Sí hay ropa. Anoche la señora Morton te trajo algo.

James caminó y la dejó en la cama. Carolina le dio un beso en la mejilla como agradecimiento y él salió. En la sala estaba Bancroft. James hizo que le revisara la herida, la limpió y revisó si aún quedaban esquirlas, pero no había más. Comieron un rato, en silencio. James miraba hacia la escalera constantemente. Quería ver a Carolina, quería que lo amara de nuevo y se olvidara de William. Después de una hora esperándola, no aguantó más y subió a su habitación.

No había nadie en la habitación, solo una hoja en la cama.

James, mis sentimientos son un revoltijo aún. Nunca dejé de sentir cariño hacia ti. Era extraño, amar a dos personas, a dos enemigos, a un padre y a su hijo. Pero con el tiempo logré encerrar mis sentimientos por ti y fui feliz con William. No era el mejor hombre que he conocido, pero lo amaba y este mundo me lo quitó. No sé si algún día pueda volver a verte con los mismos ojos o soportar estar cerca de ti. Me voy, James. Y espero nunca regresar a este mundo.

Vive. Así la historia se acabe, sigue viviendo, yo haré lo mismo.

Con cariño, solo una lectora más.

Donde Viven Las Historias [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora