Enseñanza

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Se acostó en la cama a leer, pero pronto el cansancio le ganó y se durmió. En la madrugada sintió un peso al otro lado de la cama. Su corazón pedía que fuera James, que James hubiera vuelto después de descubrir lo que en verdad había pasado y que fuera a reconfortarla. Abrazó a esa figura en la oscuridad, con fuerza.

— Ya, cariño. El hombre malo se ha ido — arrulló William.

Seguía en la pesadilla. Era William el que había vuelto, no James.

— Le dije que nos dejara en paz — musitó Carolina, se sentó en la cama —. Volviste antes.

— No podía dejarte sola después de que un lunático irrumpiera en nuestra casa.

— Gracias — sonrió con algo de dificultad y le dio un pequeño beso en los labios.

William la retuvo y la acostó en la cama. Se hizo encima de ella, separándole las piernas y sosteniéndole las muñecas con fuerza. La miró con dureza por unos segundos, antes de hablar. Ella limpió su expresión. No tenía nada que esconderle a William. No había hecho nada indebido con James, no le había dado información importante, no se había ido con él.

— En las cámaras de seguridad se ve que estuvo un buen tiempo aquí. ¿Qué hicieron?

— Hablamos.

— ¿De qué?

— Me felicitó por el matrimonio. Por un momento creyó que yo estaba aquí en contra de mi voluntad. Le dije que se equivocaba.

— ¿No te tocó?

— Solo la mano. Yo toqué su mano — confesó.

William se quitó de encima de ella y sacó una caja de cigarrillos de uno de los bolsillos del saco. Abrió la ventana y encendió uno de los cigarrillos. Volvió a la cama y se sentó a su lado. Acarició su rostro con cariño por algunos segundos y después cogió su muñeca con fuerza.

— ¿Amor, qué haces? — preguntó Carolina.

— Te estoy enseñando — acercó el cigarro a su mano.

— William, no, por favor, ¡William, tú no quieres hacer esto!

William bajó el cigarrillo caliente a la palma de la mano de Carolina. Ella gritó y se retorció, tratando de liberarse, pero William era más fuerte y cada segundo presionaba más el cigarro contra su piel. Él por fin la soltó, después de lo que había sido una eternidad para ella, aún sentía que su mano se estaba quemando. Carolina se arrastró por la cama y cayó al suelo, al lado opuesto al de William. Se cogió la mano para que dejara de temblar, no podía ver bien en la osuridad, pero sabía que no estaba bien.

— Ve al baño. Trata la herida — ordenó William —. Y deja de jugar con cigarrillos, te puedes herir.

— Está bien — susurró y caminó al baño, todo su cuerpo temblaba.

Encendió la luz y sacó el botiquín, con cuidado de no tirarlo al suelo. Si lo tiraba, William volvería a castigarla, estaba segura. Desinfectó la herida, la cubrió y se miró en el espejo. Había pasado menos de un mes con William. Eso había bastado para volverla una sombra de lo que era antes. "Estoy desapareciendo", pensó, "me estoy convirtiendo en un personaje, un personaje patético".

Volvió a la habitación, en donde William se desvestía para dormir. Miró al suelo y caminó a la cama. Se tragó la ira que tenía, quería matarlo, pensó en las tijeras del botiquín, pensó en el abrecartas de la oficina, pensó en ahogarlo mientras dormía. Pero no podía matarlo. Iba en contra de su moral, de lo que había aprendido en su carrera. Además, si fallaba... no sabía qué podría ocurrile. William nunca había sido violento con ella, nunca había ido más allá de alzar la voz unas cuantas veces. Esto era nuevo. Se acostó y cerró los ojos. No durmió, solo pensó en James, que por fin hiciera caso, que se alejara y viviera feliz.

Cuando William se despertó, comenzó a besarla. El sueño lo había calmado, su ira se había disipado. De nuevo le quitó la camisola y besó sus pechos, ella miró a otra parte, se imaginó fuera de su cuerpo, fuera de esa realidad, él solo estaba besando un cuerpo vacío, su mente estaba en otra parte. Después volvió a besarla en la boca. Él presionó la herida de su mano y ella volvió a su cuerpo por el dolor. Se quejó.

— Lo siento, no recordaba — susurró, William, antes de levantarse de la cama —. Dejaré a Taggard contigo estos días. Así que si tu amigo vuelve a aparecer, tiene orden de matar. Más te vale que no aparezca.

— Pero... Dijiste que no lo ibas a matar.

— Mi amor, yo protejo lo que es mío. Y tú... — tomó la mano lastimada de Carolina, quitó la venda — eres mía.

Dejó la mano a un lado y entró en el baño, tratando de controlar su ira. No sabía qué había pasado la noche anterior, se había sentido como poseido. Ni siquiera sabía qué había pensado mientras escuchaba los gritos de dolor de Carolina. "No quieres hacer esto", le había dicho ella, y era verdad, no había querido hacerlo. Pero no lo pensó ni un segundo cuando decidió quemarla. Si bien en el momento no le habían importado sus gritos, ahora que los recordaba se sentía como un malnacido. Él había hecho cosas horribles a lo largo de los años, pero nunca había usado la violencia así, no con alguien que le importara.

Salió del baño y encontró a Carolina de pie al lado de la cama, quieta como un animalito asustadizo, viéndolo con sus ojos grandes. Tenía la camisola en sus manos, el pecho descubierto y el cabello negro revuelto. Parecía una niña de catorce años. A veces olvidaba que no tenía ni veinte años. Vio su torso, podía contar sus costillas, estaba demasiado delgada. Caminó hacia ella y la abrazó, después tomó su mano con delicadeza y le dio un beso a la herida.

— No te he tratado de la mejor forma — susurró William —. Me voy a comportar mejor.

— Gracias — musitó ella y bajó la cabeza.

William frunció el ceño. No entendía por qué hacía eso. Ya no hablaban, ella simplemente respondía con frases cortas. Ya no sonreía, ella se limitaba a subir las comisuras de los labios. Nunca le sostenía la mirada.

— Mírame.

Ella obedeció, como lo había estado haciendo ese mes. Él no entendía por qué sus ojos se veían así, tan muertos. Él bajó un poco su cabeza para besarla, ella levantó su rostro en un gesto mecánico. No llegaron a besarse. William no quería ese cariño robótico.

— ¿Sabes? — dijo él, acariciando su rostro frío —. Voy a quedarme estos días, planeando la boda contigo, podemos tomar esto como parte de nuestra luna de miel.

— Eso sería genial, amor — respondió ella, fingiendo que todo estaba bien.

William se separó, no entendían cómo habían llegado a ese punto. Trató de recordar, pero el mes pasado era solo un borrón en su memoria, solo recordaba el trabajo y lo rudo que había sido con ella. No parecía la clase de cosas que él hacía, él nunca había sido así, era como si alguien más lo controlara. Se sentía confundido y con la cabeza llena de neblina.

Donde Viven Las Historias [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora