¿Helen?

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Más de un año había pasado desde que Hannah había roto nuestro compromiso dos días antes de la boda partiendo mis esquemas para siempre o más bien dinamitando mi vida entera.

Vale que ella no tenía culpa de que yo me hubiese refugiado en el alcohol aquella fatídica noche de junio pero haberme dicho que no me quería, me hubiese ahorrado el disgusto de verla en la cama con el padrino de la ceremonia. O lo que es lo mismo, mi hermanastro.

Después de romperle la cara y romperme yo también un par de dedos de paso, fuí al pub más lejano que encontré y me bebí todas las cervezas que pude. Creo recordar que acabé en casa de Mary, una alegre estudiante de periodismo a la que no pude hacer el amor debido a mi grado de embriaguez. Algo a  agradecer pues de lo contrario, mi experiencia hubiese sido aún más vergonzosa.

¿La mejor parte?. Quedarme sin trabajo por un recorte de plantilla.

Cogí mi mochila,la llené con mis ahorros, unos cuantos harapos y un billete de interail y abandoné Londres sin mirar atrás, sin pensar en el futuro,sin pensar en nada que no fuese reencontrarme a mí mismo, descubrir mi objetivo en la vida.

Viajé por toda Europa conociendo al menos medio centenar de culturas bien diferentes las unas de las otras pero ampliar mi bagaje no aliviaba mi dolor y a punto estuve de volver a Londres de nuevo. Hasta que llegué a España....

Conocía el sur más que de sobra por lo que decidí hacer el camino de Santiago desde el País Vasco y fue en una de mis paradas,creyendo  que la mala suerte no podría cebarse más conmigo al tener que dormir en la calle por falta de sitio en los albergues, cuando conocí a Helen.

No voy a mencionar su belleza, sobresaliente en todos los aspectos, pero sí su gran corazón. Una conversación con ella en una plaza de Oviedo bastó para infundirme ánimos suficientes para continuar con mi periplo.

No sabría como describir su carácter pero tenía un fondo que me hacía sentir que ella era capaz de comprenderlo todo, de ponerse en la piel de todas y cada una de las personas del planeta Tierra sin juzgarlas.

Mágica, inteligente, empática, especial y la única mujer que me ofreció algo sin pedir nada a cambio en mucho tiempo. Incluso me invitó a dormir con ella aquella noche. Sabía que sus intenciones no iban más allá de evitarme pasar el mal trago de dormir a la intemperie pero aún así, no se si mi instinto de defensa recientemente desarrollado o el propio destino, me impidieron aceptar su ofrecimiento.

Unas pocas horas sirvieron para enamorarme de su alma, de su vitalidad y de su magia pero no era mi momento y nadie debía involucrarse cuando no sabía a donde lo llevarían sus propios pasos.

Pensé en ella, por supuesto que lo hice y siempre con una sonrisa en la boca.

Después de un año viajando, decidí poner punto y final a mi empresa en Tailandia. Siempre había tenido curiosidad por aquel país y me pareció una buena meta para aquella carrera que me había mantenido alejado de mi vida durante tantos meses.

Y allí fue precisamente donde volví a verla....

Caminaba por las calles de un mercado callejero de Bangkok tratando de elegir en cual de los puestos de comida  cenaría aquella noche cuando escuché mi nombre entre la multitud. Supuse por un momento que no eran más que alucinaciones. ¿Quién iba a saber cómo me llamaba en Bangkok?.

Hasta que un estruendo precedió al silencio de las gentes. Me giré a ver que pasaba y ví a Helen rodeada de cocos tirada en el suelo. Ella era quien me había estado llamando, ella se acordaba de mí y había ido a buscarme.

Mi primer instinto fue ir a ayudarla a levantarse, curarle sus heridas y después ver de nuevo los ojos más azules de cuántos existían pero cuando logré abrirme paso entre la multitud que rodeaba la escena, un hombre de unos treinta y cinco años, bastante atractivo, se acercó a ella y la llevó en volandas desapareciendo poco a poco entre los puestos.

Me quedé allí de pie observando, sintiéndome idiota. Ella me había llamado, estaba claro pero quizás tan solo quisiera saludarme pues era más que evidente que aquel hombre era su novio o su marido. Sólo alguien que sintiese tanto amor por ella, se mostraría tan cariñoso, tan compasivo.

Por desgracia para mí, aquel día comprendí varias cosas. La primera de todas y más importante es que había descubierto que Helen me importaba. Ver a aquel hombre levantarla del suelo me había puesto celoso y no entendía porque razón alguien a quien había visto en dos ocasiones me encandilaba el corazón de aquella forma.

La segunda cosa es que parecía que la vida no tenía previsto darme tregua en el amor. Estaba destinado a ver a las mujeres que amaba irse con otros.

Con tristeza, me dí la vuelta y comencé a caminar de nuevo.

Adiós, Helen. Quizás los pasos del destino vuelvan a juntarnos...

Más que Hermanos((COMPLETA))#3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora