Capítulo Treinta y uno. Cartas del Pasado

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Me abrazó en medio de aquel bar mugriento sin que nadie a nuestro alrededor se percatase de ello. Tan sólo él y yo y una gran verdad de por medio: nuestro amor

-Iremos a ver a Rober.

-¿Cómo?.

-Puede que sea tu marido y que te ame como también puede ser que te encuentres con Rubén de nuevo pero no podría perdonarme jamás que te quedasen con la duda. Sería egoísta por mi parte supongo.

Llegamos a casa de Rober sobre las ocho de la tarde. Una casita con jardín humilde pero coqueta. Me sorprendió en realidad. Él que siempre se paseaba por los pasillos de la universidad con polos de Ralph Lauren. Fue su mujer quien nos recibió, al parecer, él estaba dándose un baño.

-Es su costumbre-se disculpó-. No estaba muy seguro de que fuéseis a venir. Por favor, pasad. No tardaré mucho en servir la cena.

Nos sentamos en un sofá descolorido-que no viejo- pero cómodo a esperar por el matrimonio. Me fijé en el aparador que tenía en frente. Varias fotos de Rober y su mujer con tres niños que se parecían mucho a ambos. No eran muy mayores, casi de la edad de los nuestros. Me levanté para verlos. Por suerte para ellos, tenían todos los bellos rasgos de su madre y ni uno feo de su padre.

-Suelen estar entre semana con sus abuelos. No es que seamos malos padres, simplemente, no tenemos tiempo para todo pero tratamos de comer y cenar todos los días con ellos. Hoy ha sido una excepción.

-No tienes porque disculparte. Los nuestros están también con su abuelo. Me rompía el corazón separarlos aún a riesgo de poder ser considerados malos padres.

No se porque compartí aquellas intimidades con Rober. Supongo que el ser padres es algo que nos hace débiles emocionalmente.

-¿Queréis tomar algo mientras mi mujer sirve la cena?.

-No me extraña que siendo tú, tu mujer esté preparando la cena-alcé una ceja para volver al ataque-.

-Por una simple razón, señora Alfasi-comentó Hande mientras cargaba con una gran bandeja de comida-. Rober no sabe preparar comida turca pero le puedo asegurar que los fines de semana, cuando nuestros hijos estqn en casa, él es el encargado de hacer todo. Es un buen marido aunque le cueste creerlo.

-Ciertamente-dije entre dientes-.

La cena, la más auténtica y deliciosa que probamos en Turquía, transcurrió con una mezcla entre frases incoherentes para romper el hielo y nerviosismo por mi parte. Ansiaba saber qué estaba pasando con mi marido.

-Iré a preparar los cafés-anunció Hande una vez terminamos de cenar-. ¿Te importaría acompañarme, Kilian?.

No hizo falta poner excusa alguna. Al parecer, todos y cada uno de nosotros sabíamos por lo qué estábamos allí.

-¿Es un Samsung?-me preguntó Rober a la vez que me arrebataba el móvil que había sacado del bolso para hacer tiempo-.

-No, es un móvil de marca blanca. Lo justo para llamar y....¿por qué coño me lo has quitado?.

-Hace tanto que no veo uno....

¿Vivía Rober en el inframundo?.

De pronto, lo apagó.

-¿Me puedes explicar tus extraños comportamientos?. Nunca te vi en tua cabales pero ahora no se si tanta especia te estará sentando mal.

-No se si sabrás, Helen, que pueden llegar a controlarnos a través de los móviles. Tan sólo hay una marca a prueba de espionaje y no es la tuya precisamente.

Más que Hermanos((COMPLETA))#3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora