Capítulo Treinta y Dos. El Mensajero

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Casi un año había pasado desde que la carta de Rubén había llegado a mis manos. Aquel día había llorado lo que no había en los escritos. Más por Sastre que por mí misma. Él no se merecía la vida que estaba llevando. Hubiese preferido mil veces ser de esos matrimonios que se divorciaban y no sabían nada más el uno del otro a que mi amado Rubén sufriese de aquella forma. Aún así, me enorgullecía su causa. Siempre había tenido las cosas claras y luchaba por ellas a pesar de lo que estas conllevaban.

Mi pequeño niño estaba creciendo con dos padres diferentes al suyo propio pero tenía la certeza de que el día en que preguntase por el verdadero, podría contarle la realidad sin culpa.

Por otro lado, las cosas seguían como siempre: tranquilas y el tener a Kilian a mi lado me calmaba aún más. Él no era el clavo que sacaba a otro clavo, era más que eso. El hombre del que me había enamorado hacía tantos años y que había vuelto a aparecer cuando más-o menos-lo necesitaba.

-Hermanita-me llamó Hassan-,Helena y yo queremos contarte algo.

-¿Otro niño?.

-¿Cuándo dejarás de adivinar las cosas?. Es irritante ver como destruyes las sorpresas.

-No es algo que haya intuido, Hassan. No se si recuerdas que soy médica y me basta con mirar a mi cuñada para saber que está en estado de buena esperanza.

-Cada día te pareces más al viejo Lazard.

-Me parece una buena comparación-sonreí-. Echo de menos a nuestro tío.

Lazard continuaba curando a enfermos en la medina de Marrakech. Parecía mentira pero a sus sabe el cielo cuántos años, seguía igual de activo que siempre. Sospechaba que incluso más que cuando era joven.

-Jordi,¿cómo te sientes sabiendo que volverás a ser abuelo?.

Jordi y yo habíamos establecido una rutina diaria juntos. Beber una copa de vino en el balcón de mi oficina cada día mientras observábamos como el sol se escondía en el horizonte. Aprovechábamos para hablar mientras descansábamos de la jornada de trabajo que, a pesar de satisfactoria, era cansada.

-Me alegra mucho, Helen. Hace unos años, cuando llegaste a esta isla, era un viejo cascarrabias con problemas para tratar con la gente. Puede que fuese más agradable con los peces que con las personas.

Ahora soy una persona nueva, dos de mis hijos viven cerca de mi junto a sus parejas y sus hijos y todo graciasa ti. Tenías razón cuando decías que sólo había que confíar y pensar positivo para atraer las buenas cosas a la vida. Gracias, Helen por enseñarme a vivir la vida de otra forma.

-¿Quién diría que aquel viejo que me echó la bronca por espantarle la pesca iba a ser ahora mi querido suegro?.

Sonreí y lo abracé. De todas las cosas que había hecho en la vida, salvar a Jordi de su oscuridad, era una de las que más orgullosa me sentía.

-Padre, ¿tienes pensado robarme a mi mujer?.

-No seas estúpido, Kilian-le dije-.

Apareció sonriente por el balcón mirándonos con cariño.

-Os perdonaré la falta si me ofrecéis una copa de vino. Hoy hay mucho que celebrar.

-¿Un lunes por la noche?.¿ Celebrar que aún nos queda toda la semana de trabajo por delante?-alcé una ceja-.

-Nada que ver. ¿Recuerdas el maletín de médico antiguo que tenía en la tienda?.

-¿El de cuero burdeos?.

-Ese mismo. Un médico coleccionista ha venido a comprarlo. Un médico que creo conoces.

-¿Yo?.

Más que Hermanos((COMPLETA))#3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora