Capítulo Doce. Poderes

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Me abrazó y yo lloré en sus brazos. Hassan no me quería, era cierto pero algo en mi interior estaba cambiando respecto a él. Tanto tiempo evitándolo y al tenerlo en frente, fue como si mis sentimientos se hubiesen mitigado, ya no eran tan intensos, ya casi ni dolía.

-¿No crees qué sea una depravada?.

-Creo que eres la mujer más maravillosa de cuántas he conocido, Helen. Nunca se te olvide.

Rubén Sastre, ¿había alguien capaz de hacerme sentir mejor qué él?.

Lo dudo....

Yo también...

Un día después, volvimos a Oviedo, a la ciudad natal de Rubén, a la ciudad que me iba a dar la oportunidad de convertirme en médica.

Mis primeros días como becaria fueron muy duros. Apenas tenía días libres y como era la nueva, todas las guardias iban para mí.

Tardé casi quince días en tener un hueco para poder ver a Rubén.

-Te echaba de menos-le dije tan pronto lo vi-.

-También yo a ti. Me había acostumbrado a tu presencia.

Cuando teníamos tiempo para vernos, quedábamos para comer, cenar o dormir juntos. Nos llevábamos tan bien que privarnos de nuestra mutua presencia, era algo demasiado doloroso.

Alguna vez fuí a recogerlo a la universidad y, aunque esté mal decirlo, me sentí la envidia de todas las estudiantes. Evidentemente, todas querían pasear de la mano de Rubén tal cual y como yo hacía y en algún que otro momento, me entró la risa al sentirme odiada.

-¿De qué te ríes, Helen?.

-Me resulta cómico ver como tus alumnas me desean todo lo malo. Eres un profesor sexy, Rubén. Todas desean hacerte algún que otro favor.

-Ninguna será capaz de hacerme sentir lo que tú haces, Helen.

Me besó en los labios a la salida de la facultad y una horda de chicas de dieciocho años clavaron sus ojos en nuestras espaldas. ¿Era cómico o no?. Al menos a mí si me lo parecía.

A lo largo de mi año de prácticas, traté con todo tipo de enfermos. Desde urgencias tipo apendicitis a casos más extremos en los que me tocó darle funestas noticias a los familiares. En esos momentos, era en los que me arrepentía de haber elegido mi profesión pues tenía el don de la empatía y tendía a hacer míos los dolores de los demás.

-¿Qué tal tu día, Helen?.

-Demasiado duro. No me gusta tener que darle malas noticias a las personas.

-Te entiendo. Si tan sólo supiesen que hay más soluciones que las que la gente piensa.

-Lo sé pero no puedo jugármela, Rubén. A pesar de lo que sé, a pesar de donde vengo.

-Quizás en el futuro puedas crear tu propia clínica. Tal cual Lazard lo hace.

-Eso estaría bien pero no creo que pueda salir adelante sin tus conocimientos.

-Puede que juntos seamos capaces de curar al mundo.

-Estoy más que segura. ¿Dos doctores compenetrándose tan bien como nosotros y con las ideas más que claras?. No sólo cureremos sino que cambiaremos la historia.

-Pereces segura de eso.

-No me hace falta mirar el futuro para predecir lo que, a todas luces, es más que evidente.

En realidad, no quería indagar en el futuro, mirar hacia adelante. Fuesen como fuesen las cosas, estaba tranquila al lado de Sastre. No sabía cuanto duraría nuestro idílico romance ni tan siquiera si algún día nos diríamos adiós para no volver a vernos jamás pero era feliz a su lado y pensar algo más allá del momento presente me producía una ansiedad terrible.

Más que Hermanos((COMPLETA))#3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora