Capítulo Veinte. Nuevo Trabajo.

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Me besó en la frente y yo cerré los ojos al sentir el contacto de sus labios. Estábamos labrando un buen camino juntos que nos llevaba por un sendero de alegrías hacia la máxima felicidad.

Mi dulce Sastre...

Nuestra futuro juntos empieza a dejar de ser un esbozo para convertirse en una gran obra de arte....

-¿Nerviosa por tu primer día de trabajo?.

Más nerviosa que el día en que el abuelo de Hassan intentó matarnos a mi padre y a mí.....

-Apenas-mentí-.

-¿Sabes, hija?. Mi primer día de trabajo en los hoteles Alfasi fue penoso. Mi padre, al igual que mi tío, insistían en que había que pasar por todos los oficios de un hotel antes de dirigirlo. Así fue como acabé en lavandería.

-¿Qué dices?. No me lo creo

-Tal y como te lo cuento, me gané una bronca de la gobernanta por no saber planchar las sábanas. Ya sabes que Aisha era un cielo que nos hacía la vida demasiado fácil. Al final, conseguí dejar la ropa perfectamente planchada, sin una arruga y sin ningún nervio.

-Esa historia me suena. ¿Le hiciste eso a mamá cuándo empezó a trabajar en el hotel?.

-Tu tío Alí lo hizo-sonrió-. Aunque yo insistí un poco en tenerla más cerca de lo habitual. Tu madre llegó en un momento muy duro de mi vida y su cercanía me producía mucha tranquilidad.

-Lo sé, papá.

-Olvidando momentos duros, el caso es que al final, logré pasar todas las pruebas y alcanzar mis metas. Yo suelo conseguir lo que me propongo, tu madre también así que por ende, eres mucho más cabezota que nosotros. Lo vas a hacer perfecto. Y conste en acta que no es amor de padre sino la pura realidad.

Me abracé a él. Siempre había tenido un vínculo muy especial con Hadid. Él solía escuchar lo que le decía y desde el día en que nos rescató a Hassan y a mí, la relación se había intensificado profundamente.

-Gracias, papá. Te quiero.

Muy al contrario a lo que mi padre había experimentado en los hoteles Alfasi, mi primer día se trabajo no consistió en planchar sábanas, al contrario, empecé de lleno con el trabajo de campo.

-Buenos días, Helen. Encantado de volver a verte después de tantos años.

-Charles. Ahora lo recuerdo. Estuvo cenando en mi casa en alguna ocasión sino me equivoco.

-Así es, Helen. Aunque hace años que no voy por allí. Aún estaba viva Aisha la última vez que fuí. Nadie como ella para la cocina. Sus postres eran mis preferidos.

-También los míos.

-Te voy a enseñar la clínica, Helen. Siendo tu primer día, no he querido darte muchos pacientes. Quiero que te acostumbres poco a poco a ellos. Todos tenemos que estar cómodos para ofrecer lo mejor de nosotros mismos.

La clínica en sí, era muy coqueta y acogedora. Sus paredes pintadas de beige y con una pequeña sala de estar con chimenea y sofás de cuero oscuro.

-Siempre insistí en ofrecer tranquilidad a mis clientes por eso todas las clínicas están pintadas de colores que favorecen ese estado. Quiero hacerlos sentir como en casa, que vean a su terapeuta como un amigo, como alguien cercano y no como un médico al uso que puede asustar más que agradar. Este punto es super importante, ¿de acuerdo?.

-De acuerdo.

-Te enseñaré tu consulta. En ella tienes tu agenda con tus horarios. Solemos citar a un paciente cada hora y media pero tú eres libre de admitir a más o menos en función de tus necesidades. Tan sólo avisa a tu secretario y él se encargará de todo.

-¿Mi secretario?.

-Sí. Todos los médicos de esta clínica tienen un asistente personal. El tuyo es Didier, un chico francés muy eficiente y agradable.

A decir verdad y, a pesar de la incomodez de ser nueva, todo fue bastante perfecto aquel día. Mis pacientes eran unos cielos, Didier tan agradable como Charles había asegurado y mis compañeros médicos bastante competentes y simpáticos.

Salí a mi hora con una sonrisa en la cara. Estaba feliz de que me hubiesen bendecido con aquel trabajo tan maravilloso y cuando vi a mi marido esperándome en la puerta, ya no pude por más que lanzarme a sus brazos.

-¿Contenta?.

-No sabes cuanto, Rubén.

-Me alegro mucho por tí, preciosa.¿Un vino para celebrarlo?.

-¿Por qué no?. El vino es salud.

Gracias al cielo, la situación no cambió. Al contrario, cada día me hacia más a mi entorno de trabajo llegando a sentirme muy cómoda cuando pasaron los dos primeros meses.

-Doctora Alfasi-me reclamó un compañero durante el desayuno-. ¿Podría pedir cita contigo para esta tarde?.

-¿Cómo?.

-También los médicos tenemos problemas-sonrió-. Y tú eres la única médica aquí conocimientos de Reiki.

-¿Qué clase de problema tienes?. Es decir, no quiero ser indiscreta pero necesito saber qué he de tratar.

-Problemas sentimentales. No es bueno acumularlos y no dejarlos salir. Después, vienen las enfermedades.

-Estoy de acuerdo contigo en eso pero, ¿por qué el reiki?.

-Tus pacientes me han hablado muy bien de tí, Helen. Dicen que ves cosas, que los llevas a un estado en el que curan sus heridas del pasado muy pasado, que incluso ven sus anteriores vidas.

-¿Eso dicen de mí?. ¿Por qué lo sabes?.

-Porque la mayoría vienen también a mi consulta a tomar flores y ya sabes que siempre nos cuentan todas y cada una de sus experiencias diarias.

-Sí, suelen hacerlo-reí-. Tengo la agenda completa hoy pero te haré un hueco a última hora. A las siete. Sé puntual. Es viernes y quiero salir a cenar con mi marido.

-De acuerdo, doctora Alfasi.

-Doctor Zebough.

Así llegó la última hora del día cuando empecé a dar el tratamiento a mi compañero de trabajo.

-No se si sabes como va esto. Tan sólo trata de relajarte y todo irá como la seda, ¿vale?.

-Confío en tí, Helen.

Empecé a tratar cada uno de sus chakras, con sus respectivos símbolos pero cuando llegué al corazón, el que más sentimientos albergaba, ví  cosas que no me gustaron en demasía.

-Laura, yo te amo. Podría amar a tu hijo como mío propio. ¿Qué problema hay si ambos nos amamos?.

-No puedo dejar a Hassan, Abdelhamid.

-¿Qué problema hay?.

-Un hijo de por medio y un Marruecos que me ahoga.

¿Laura?. ¿La mujer de mi hermano es el problema sentimental que tiene Abdelhamid?.

Continué haciendo mi trabajo, tratando de no perder la concentración, de no dejarme llevar por mis propios sentimientos pero cuando concluí, no pude evitar involucrarme. Sabía que el código deontológico,el juramento hipocrático me lo impedía pero mi hermano, era mi sangre aunque no fuese la misma y me dolía demasiado como para obviarlo.

-Doctor Zebough, ¿puedo hacerle una pregunta?.

-¿Qué tipo de pregunta?. ¿ Qué es lo que has visto?.

-Te he visto amando a Laura.

-¿La conoces?.

-Como no. Es mi cuñada. Mi hermano es el padre de Gabriel.

-¿Cómo?.

Sí. Soy la tía de Gabriel, el niño al que quieres amar....

Ahora sé porque Laura no es capaz de llevarse bien con Hassan y lo peor de todo es que se, a ciencia cierta que Laura ama a Abdelhamid con todo su corazón.

Al igual que él a ella....

Más que Hermanos((COMPLETA))#3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora