La mañana del Lunes no empezó del todo bien.Raven, Declan y yo siempre terminábamos en algún instituto distinto cada vez que nos mudábamos. Llevábamos así desde los ochenta y aunque yo me había negado mil veces, a todos les pareció buena idea para llevar una vida lo más normal posible y que la gente de la ciudad no sospechara demasiado de nosotros.
¿Pero que sacaba yo de ir constantemente de instituto en instituto cuando ya había ido varias veces a la universidad?
Viví en carne y hueso muchas de las guerras y revoluciones que acontecieron en el mundo, vi reinar a diferentes reyes y reinas al rededor del planeta y aprendí y entendí más idiomas de los que ahora, por culpa de los años, podía recordar.
También presencié como miles de libros se convirtieron en bestsellers y el furor que causaron las muertes de sus autores años más tarde. Me había leído más de diez veces todos los libros que recomendaban en el instituto, en diferentes versiones e idiomas.
Las primeras ediciones eran mejores que las simples adaptaciones que tenían ahora obras como Hamlet.Y aunque Raven tuviera que salir cada hora para mojarse la cara en el baño por culpa de la tentación de morderle el cuello a alguna animadora, me gustaba la sensación de tener una rutina como un humano corriente.
El autobús estacionó por unos minutos como cada mañana enfrente del recinto.
Raven caminaba delante de mi a un paso ligero mientras miraba su teléfono móvil distraído. Como supuse la noche anterior, no me dirigió ni la mirada.
Ni si quiera se sentó a mi lado cuando cogimos el autobús en la parada que había junto a la cabina telefónica que daba paso a la cuidad.
Siempre solía hacerlo, pero esa mañana le sustituyó Declan.Llegué a clase con las piernas cansadas de subir tantas escaleras.
Mi cuerpo no era muy atlético y a pesar de que podía correr a una velocidad asombrosa empezaba a pensar que sufría de asma.
O simplemente era vaga y en cuanto hacía más movimientos de la cuenta mi sistema nervioso reaccionaba como si hubiera corrido una maratón.Vendían la idea de ser un vampiro como un ser que solo contenía ventajas y era una completa mentira.
Al menos para mi, convirtiéndome solo había conseguido fuerza y velocidad, pero seguía cansándome como cuando corría detrás de Mark por los jardines de mi casa y podía llegar a enfermarme.Nunca había visto a un vampiro enfermarse.
Muchas veces pensé en que todo sería psicológico. Mi mente seguía siendo demasiado humana y pensaba completamente como una.
Madre siempre decía que si pensabas en que algo bueno iba a pasar, te acababa pasando.
En la actualidad lo llamaban ley de atracción.
Supuse que sería igual con las cosas malas. Si yo pensaba en que al terminar el tramo de escaleras estaría cansada, lo terminaría estando. A pesar de que mi cuerpo no fuese igual que el de un humano.—Hola, Sienna — me sonrió aquella chica de ojos marrones. Llevaba sentada a mi lado desde que Raven, Declan y yo nos incorporamos al instituto. Creía agradarle, pero ni siquiera sabía porque.
—Hola, Amber— le devolví la sonrisa tomando asiento en la silla que me pertenecía mientras los demás alumnos armaban jaleo entrando y saliendo.
Me costó aprender a controlar como dejar de oler y oír su sangre correr por sus sistemas, pero terminé haciéndolo y estar rodeada de humanos me era indiferente.
—¿Qué tal el fin de semana?¿Estuvo entretenido? — preguntó sacando sus libros de filosofía. Los dejó apilados junto a su agenda y bolígrafos. Siempre lo hacía, tenía una especie de toc con el orden y la perfección.
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ÉXTASIS I
Teen FictionMuchas veces en la vida uno cree tener algún tipo de condena en las espaldas. Quizás intensos cargos de conciencia en donde no podemos volver atrás y solucionar lo ocurrido. A todos nos persigue nuestro pasado, y todos siempre hemos querido cambiar...