CANADÁ 1866Madre suspiraba fatigada desde el recargado diván donde permanecía fija con una pose erguida desde lo que parecieron minutos, estaba inquieta y al parecer cansada. Cualquiera diría que había hecho más que simplemente ponerse su atuendo diario para salir a recibir a sus tan esperados invitados del Sur.
La historia se repetía cada mes.
Madre y padre se congregaban con mujeres y hombres pudientes británicos, franceses y americanos, solo con el fin de desposar a alguno de sus hijos y así arreglar los problemas monetarios que yacían en la familia.
Estaban atormentados con la idea de acabar en la miseria.El negocio de Padre como médico dio mucho que hablar entre los burgueses cuando no intencionadamente dio un erróneo veredicto ante la enfermedad que la señora Mayard prometía y juraba tener. Ella solo terminó padeciendo migrañas, pero en ese entonces, ella misma pensaba que iba a morir y la causa sería que su cabeza explotara en cualquier momento.
Padre le recetó de buena fe algunas plantas que cultivaba en las tierras de la familia, esos hierbajos la ayudarían a remediarse de sus dolores. Pero nadie contó con que la vieja señora era intolerante a todo lo que de la tierra provenía. O eso dedujo padre cuando la señora vino a casa con el rostro inflado y rojo como un pez globo.
Sin embargo, la señora no hizo tanto jolgorio como mis hermanos y yo cuando nos percatamos del estado de su cuerpo todo abultado y enrojecido. Para unos cuantos zagales resultó entretenido como la señora gritaba y daba vueltas de un lado para otro en la entrada de nuestra gran residencia; pero al pueblo no le agradó dicha situación.
Los lugareños dejaron de poner confianza en padre, y la mayoría no aparecieron nunca más por la que era su famosa consulta.
Padre entristeció. Pero no por haber perdido el oficio que según él siempre ansió practicar, si no por haber ganado esa reputación entre los de la clase más pudiente. Padre era tachado de estafador entre el pueblo desde hacía unos meses y tristemente lo que más le preocupaba era perder la fortuna que gracias a la herencia logró conseguir.Por esa razón, tanto él, como madre, buscaban desesperados una manera de volver a salir a flote y conseguir que sus hijos mejorasen la reputación de la familia solo por casarse con algún hijo de algún ricucho. Me parecía estúpido y completamente innecesario querer mantener la honra familiar por ese método, pero debíamos acatar las órdenes si no queríamos ser castigados, y siendo unos crios, ninguno queríamos acabar recogiendo paja junto a los criados en los establos en vez de estar haciendo cualquier otra cosa que fuese popular en la época para adolescentes de entre trece y dieciséis años.
Nunca me gustó acatar órdenes. Lo detestaba. Y más cuando era madre quien las imponía. Compórtate, vístete así, deja de hacer eso, no seas tan bruta, siéntate como la señorita que eres, peínate, no cojas así los cubiertos, no seas tan maleducada, deja de acudir tarde siempre. Me sacaba de quicio y me hacía estar todo el día airada e irritada con quien fuera que se me acercase.
Recuerdo perfectamente el día en el que observar detenidamente sus pupilas calmó mi mala dicha desde la poca distancia que separaba nuestros cuerpos.
Siempre intuí que a ese muchacho lo puso el destino en bandeja de plata, como las de cara vajilla de madre, solo para que yo le contemplase.En ese entonces no estaba al tanto de todo lo que iba a acarrear abrir los brazos a esa familia.
—Querida, para de hacer eso, sabes el nerviosismo que me causa. ¡Por Dios!
No quería, pero sabía que tenía que excusarme y pedirle perdón a pesar de sólo estar haciendo un acto involuntario que realizaba mi cuerpo al acarrear esa incertidumbre. Aparté los nudillos con leves mordidas de mi boca y apoyé las manos sobre la suave y colorida tela del pomposo vestido rojo que madre me había obligado a llevar para lucir ante sus invitados.

ESTÁS LEYENDO
ÉXTASIS I
Teen FictionMuchas veces en la vida uno cree tener algún tipo de condena en las espaldas. Quizás intensos cargos de conciencia en donde no podemos volver atrás y solucionar lo ocurrido. A todos nos persigue nuestro pasado, y todos siempre hemos querido cambiar...