29. Impulsos.

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—¡Sienna! — los gritos provenientes de la garganta de Cassandre me hicieron cerrar el libro de golpe.
¿Que había pasado ahora? ¿Sería por las sábanas embadurnadas de sangre de lobo? Las había escondido bien, era imposible.

Guardé el libro bajo el colchón junto a los demás y arrastré los pies descalzos por el suelo dirigiéndome al salón. Me encontré a Declan bajando las escaleras transparentes y me intenté tranquilizar, no me habían descubierto solo iban a hacer una reunión del clan, pero ¿dónde estaba Raven?

— ¿Vamos a hacer una reunión sin el gilipollas? — preguntó Declan sentándose en el sofá. Todos callaron y pensé que se debía a que su enfado con el cachorro aún era reciente. Había estado dos días desaparecido por estar ayudando a un lobo y solo pareció darme igual a mi.

Cass a un lado de la chimenea principal estaba cabizbaja y su hermana, al otro lado carraspeó y decidió comenzar.

— Raven ha decidido marcharse — comunicó —Se fue de madrugada... antes de que nos enteráramos de que han habido nuevas muertes en la ciudad.

—¿Nuevas muertes? — preguntó Alexei mientras mi cerebro pensaba en las palabras anteriores de la austriaca.
Quizás era demasiado egoísta pero en ese momento las muertes me dieron completamente igual. Estaba dispuesta a salir en busca de Raven y reclamar explicaciones.

—¿A dónde se ha ido Raven y porqué? — pregunté desviando la atención del asunto sobre los fallecidos. El único muerto que me preocupaba era un vampiro y estaba desaparecido por razones desconocidas.

—Yo... — Elisabeth miró a su hermana en busca de auxilio — Nosotras en realidad no sab-

—Supongo que estaba cansado del clan — se atrevió a decir la mayor de todos interrumpiendo a su hermana — O quizás el es él responsable de todas las muertes y está huyendo. Nunca lo sabremos.

Satán, ¿porque esa mujer no tenía sentimiento alguno últimamente?

Raven había convivido con ella por décadas, éramos prácticamente una familia, ¿porqué no le importábamos nada?

Seguramente utilizaría el comodín del vampiro y empezaría a hablar sobre que los vampiros no tenemos humanidad y por ende carecemos de sentimientos o debilidades, pero eso era una vil mentira para asustar a los humanos.
¿Que daba más miedo que un ser sin sentimientos? Nada.
Y eso le gustaba a Cass.
Madre mía, le encantaba aterrar a todo ser viviente. Amaba el control, amaba ver el terror reflejado en los ojos de los demás.
Sin embargo, a mi nunca me dió miedo mirarla a los ojos.

— Joder — me levanté de golpe asustando a Declan cuando sin quererlo, tiré algunas figuras que Elisabeth había puesto como decoración en la mesa donde solían apoyar los pies cuando veían la televisión — ¡Deja de ser una arpía! — le grité — ¡Deja de tratarnos como si simplemente fuéramos tus siervos! ¡Somos un clan, somos una familia y tú eres la única que no se preocupa ni un poco por los demás! A veces no te soporto.

En un abrir y cerrar de ojos la mano de la austriaca rodeaba mi cuello apretándolo con demasiada fuerza. Mi espalda chocó con una de las paredes blancas logrando resquebrajarla y mis pies dejaron de tocar el suelo.
Me estaba intentando romper el cuello.

— ¿Eso piensas?¿Que solo me preocupo por mi? — preguntó en un murmullo. Podía oír a Declan pidiéndola que me soltase mientras entraba en pánico — Entonces dime, ¿Porque os salvé?¿Porque os enseñé a ti y a ese pirata a ser unos verdaderos vampiros? ¿Por interés propio? Dime tú misma de que me sirven un neurótico y una mentirosa.

ÉXTASIS IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora