—¿Por qué te comportas así? — pregunté mirando como Raven intentaba abrir la puerta principal de casa. Siempre se equivocaba de llave.—¿Así como? — espetó secamente dejando el manojo de llaves en la estantería de la entrada.
—No me diriges palabra desde ayer. ¿Puedo saber porqué?
—¿Acaso no lo sabes ya?
Su pregunta me pilló por sorpresa. Me arrastró hasta casa sin decir ni una palabra, para llegar y dirigirse a su habitación quitándose su fino cárdigan negro intentando hacerme el mismo vacío que minutos atrás por el bosque.
No le entendía en absoluto.Claro que conocía la razón por la que estaba así conmigo. O al menos lo suponía.
Pero quería que lo admitiera. Nunca había sido capaz de hacerlo.
Solo dejaba que se le pasara el cabreo y a los días volvía como si nada.
Nunca me molestó, hasta ese momento. No podía estar odiándome y luego hacer como si los días anteriores no hubiera ocurrido nada.—Raven — lo seguí por las escaleras hasta el segundo piso viendo como apretaba los puños a causa de mi insistencia — Raven— repetí.
—Que no quiero hablar contigo, joder — se giró bruscamente parando en seco, me asusté levemente por tan repentino acto.
Sus palabras no me hirieron, pero si me molestó que nunca quisiera hablar las cosas.
Mark decía que todas las discusiones se arreglaban dialogando y yo quería solucionar lo que estuviese mal con Raven.
Sin embargo, él se negó en rotundo y cerró de un portazo la puerta blanca de su habitación haciendo que se resquebrajara levemente la madera.Ya se le pasaría.
Estaba acostumbrada a dejar la puerta de mi habitación abierta de par en par. Me habitué a hacerlo cuando en Rusia, Raven acudía por las noches cuando yo tenía pesadillas.
Las puertas gruesas y viejas de la humilde casa de Alexei hacían un ruido tormentoso al ser abiertas o cerradas. Y al poco tiempo de vivir allí decidí no volver a cerrarla.
Tenía cierto pánico al dejarla abierta, pues mi habitación era la única que se encontraba en el piso de abajo y esa casa era demasiado fácil de allanar si se quisiera. A veces olvidaba lo que era y que estaba más que segura gracias a la fuerza y agresividad que se me había proporcionado al convertirme.
Seguía pensando como una humana indefensa.Mi vista nunca fue demasiado buena y menos en la oscuridad, recuerdo cuando apareció Declan en la carretera aquel día, y a primera vista pensé que era un cervatillo perdido.
La casa de Alexei estaba rodeada de árboles nevados la mayoría del tiempo y las ramas de estos hacían un sonido tenebroso al ser golpeadas en la madera por culpa del viento.
Fijaba la mirada en la puerta abierta viendo realmente nada, pero imaginándome mil formas de cómo me clavarían una estaca en el corazón de un momento a otro.De todas formas, siempre fue peor dormir que estar despierta.
Las pesadillas no cesaban ni en Rusia, y eran más atroces que cualquier cosa que me pudiese imaginar apareciendo por la puerta a oscuras de mi habitación.
Algunos vampiros podían conciliar el sueño y para otros, era imposible hacerlo. Me enfadaba ser del primer tipo.
Pero siempre supe que era mi condena por ser el monstruo en el que me convertí.Lo mejor de las pesadillas era que Raven apareciera siempre dispuesto a abrazarme y a quedarse conmigo el resto de la noche. Sabía que pocas cosas le importaban después de la muerte de su padre, y yo era una de ellas.
En parte me martirizaban y me estaban quitando energía constantemente, pero en el fondo, no quería que acabasen. Era la única excusa para que Raven dejase su actitud antipática y me demostrase que no era el chico malhumorado que les hacía creer a todos.
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ÉXTASIS I
Teen FictionMuchas veces en la vida uno cree tener algún tipo de condena en las espaldas. Quizás intensos cargos de conciencia en donde no podemos volver atrás y solucionar lo ocurrido. A todos nos persigue nuestro pasado, y todos siempre hemos querido cambiar...