13. Encerrona.

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El ambiente estaba calmado para lo que habían sido los días anteriores. Intentaba evitar e ignorar a los lobos a toda costa, pensaba que si yo no les veía, ellos a mi tampoco.

Sin embargo, desde que habían llegado un sentimiento extraño había florecido en el interior de mi pecho. Tenía la sensación de que algo malo iba a pasar. De que todo cambiaría de un momento a otro.

—¿Quieres? — ofrecí extendiendo el brazo sobre la mesa.

Raven negó con la cabeza sin levantar la vista de su cuaderno. Rechazó un mordisco a mi manzana. Llevaba varios minutos dibujando, pero no sabía el que. Nunca me dejaba ver lo que pintaba en ese cuaderno desgastado. Solo tenia el privilegio de ver los bocetos que colgaba por su habitación.
No sabía que tendrían de especial esas hojas roñosas.

Estaba nerviosa. Notaba como mi pierna se movía inconscientemente con impaciencia debajo de la mesa de metal y mis dientes estaban mordiendo con suavidad los nudillos de mi mano izquierda. Ni siquiera me había dado cuenta de que no estaba mordiendo un pedazo de la fruta.

Esperaba que todo saliera como lo había previsto, me había costado casi una semana entera que Amber accediera. Aunque tenía que haber pensado antes, que quizás el que no accedía era Raven.

Había ido a la cafetería prácticamente obligado y juraría que me miraba distinto a cómo lo hacía al principio de la mañana.

—¡Hola! — dijo Amber nada más llegó, con la cara sonrojada y la respiración entre cortada. Su corazón latía demasiado deprisa; o estaba muy nerviosa, o había corrido cinco kilómetros sin parar — Siento llegar tarde.

Dejó su mochila sobre la mesa arrugando sin querer algunas de las hojas que tenía Raven desperdigadas por la superficie. Pensé que la mataría en ese mismo instante mientras ella me tiraba miradas indicándome que me fuera.
Había algo que me retenía allí.

Raven suspiró rascándose los ojos con la palma de las manos y ordenó todo segundos después metiéndolo en su mochila negra igual que la mía.

—¿No te vas a ir? — me preguntó el pirata. Noté cierta molestia en su voz.

¿Estaba enfadado otra vez o nunca lo había dejado de estar realmente?

—Yo... esto...si, supongo que si — afirmé levantándome del banco para después coger el asa de mi mochila y colgarla en mi hombro —  Me voy.

—¿Has comido?¿Quieres comprar algo?

La amabilidad con la que se dirigió Raven a Amber me dejó sorprendida y levemente arrepentida de haberle metido en una encerrona con la chica que babeaba por él.

Mientras me alejaba no conseguía oír su conversación por más que intentara, me había bloqueado el sentido auditivo.
Joder Raven, tienes en cuenta todo, pensé.

Me quejaba de Declan pero yo era prácticamente igual que el, distraída a más no poder.
Por eso no me sorprendí cuando me choqué con aquel chico por estar mirando lo que hacía Raven con Amber.
Podría haber sido peor, no era la primera vez que me caía por los pasillos. Normalmente a causa de zancadillas de Raven. La combinación entre distraída y torpe no era buena.

— Perdón — murmuré cuando el chico con capucha retrocedió pocos centímetros a causa de mi golpe.

Su olor.

Mi mirada se quedó descaradamente fija en el. Debería estar soñando.
Sentí como palidecí siete tonos por lo menos en el momento en el que sus ojos coincidieron con los míos. Un sudor frío empezó a salir por los poros de mi frente.

ÉXTASIS IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora