12. Locura.

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Albert Enstein dijo una vez que la locura es hacer lo mismo una y otra vez esperando obtener resultados diferentes.

A lo largo de los años me di cuenta del trasfondo de sus palabras, pues había presenciado mil situaciones donde juraría que las personas que me acompañaban eran unas dementes, pero nunca me paré a pensar en que todos estamos locos de alguna forma.

Es imposible hacer una cosa mil veces, y pensar que a la mil una, todo cambiará. Las posibilidades de que las cosas cambien después de mil intentos son prácticamente nulas y nosotros como necios, insistimos.
¿Que nos hace pensar que algo será distinto?

Muchas veces el universo me demostró que todos nuestros pasos estaban escritos y que absolutamente todo pasaba por alguna razón en concreto. Hacia mucho tiempo que había dejado de creer en la suerte o en las casualidades.

Nada de eso existía, eran puros cuentos para hacernos creer eso mismo, que llegaría un punto donde las cosas cambiarían. Pero, ¿cuánto tiempo éramos capaces de esperar para ver algún mínimo cambio?

—¿Crees que yo le interesaría? — preguntó Amber mirando de reojo como Raven pasaba junto a Declan rumbo a las taquillas de la pared de enfrente. La pelirroja abrazaba unos libros contra su pecho como si tuviese miedo a que alguien se los quitase.

—¿A quien de los dos? — mi pregunta sonó más interesada en la conversación de lo que pretendía.

Ella me miró con las cejas fruncidas y golpeó mi brazo suavemente.
¿Debería saberlo?
Nunca la escuchaba demasiado.

—Pues Raven— respondió.

—¿A ti te interesa el? — traté de indagar en el asunto sin parecer muy interesada, pero en verdad estaba sorprendida.
Era consciente de que le parecía guapo pero nunca hubiera llegado a pensar que realmente quería tener algo que ver con el.

—Pensé que lo sabias — murmuró cuando los dos chicos  pasaron por delante de nosotras dirigiéndose cada uno a su clase.
Negué moviendo la cabeza de izquierda a derecha y cuando continuó hablando un olor logró nublar mis sentidos aislándome de la conversación.
Intenté descubrir de dónde venía ese tufo mientras ella continuaba hablando a la vez que caminaba a mi lado.

Era primera hora de la mañana, mi cerebro aún parecía ser humano, cuando sonó el molesto timbre me asustó aún sabiendo que iba a retumbar en cualquier momento. Estaba adormilada, necesitaría dormir más si pretendía aguantar sin alimentarme hasta el viernes.

Intenté detener el sentido olfativo para no percibir el olor de la sangre de todas esas personas, pero ese tufo fue más fuerte una vez entre detrás de Amber a nuestro aula.
Declan me miró desde la primera fila mientras me sentaba. Estaba girado en su silla y con el brazo apoyado en el respaldo. Movía los ojos hacia los asientos de detrás suyo, donde había dos cabelleras nuevas.

Uno de ellos giró la cabeza para mirarme de reojo por encima de su hombro, buscaba saber con quien se estaba comunicando el extraño chico de delante suyo. Me sonrió. A su lado estaba sentada esa chica rubia que llevaba una estética cottagecore constantemente. Olivia y Ryan, recordé. Los chicos del bar.

Un poco intimidada, intenté distraerme manteniendo una conversación con Amber, pero los ojos del chico no se separaban de mi. Había mordido y casi asesinado a un chico de su manada.
Recé para que me sonriera por amabilidad y no porque me recordara, pues si era así seguramente estaba jodida.

—... pero claro el otro día en la cafetería me sujetó la puerta para que entrase, pero no sé si seria porque ibas conmigo — la voz de Amber volvió a escucharse en mis oídos cuando conseguí salir del trance. ¿De que estaba hablando?

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