ÉXTASIS I

34. Tonterías.

Ninguno de los presentes lograba entender la situación, pero quizás, en ese mar de dudas donde todos nos encontrábamos, yo era la que más perdida estaba, a la deriva por completo y sin ni siquiera algo a lo que poder agarrarme con fuerza para salir de allí. Sentía como la corriente de aguas frías y bravas me alejaba de todos ellos, sentía como me perdía, como me quedaba sola sin siquiera saber nadar.

Fue entonces cuando las malas decisiones comenzaron.

— Iremos de tres en tres. Los lobos de la manada de Austin están dispuestos a venir para vengar las muertes de sus familiares — la voz de Alex parecía nerviosa. Sus manos se movieron por el mapa polvoriento que Sue había puesto sobre la encimera de granito negro que separaba la cocina del salón — No sabemos cuantos son, quizás sólo este él, es lo más probable, suelen actuar en solitario.

El cuaderno de Raven descansaba abierto al lado del mapa con ese retrato tétrico a la vista. A veces me daba miedo lo bien que dibujaba, pero me provocaba terror que en algún momento de su vida hubiera visto al chico retratado con esa expresión en la cara. Esa mirada tan lúgubre y esa sonrisa malévola parecía tan real que pasé noches en vela imaginándolo en todas partes. Persiguiéndome, acechándome.

Estaba enfadada conmigo misma por no haberme dado cuenta de a lo que estaba haciendo frente Raven. ¡Por Satán! Tenía que haberme dado cuenta al instante de quién mató a Amber y quién acosaba a Raven hasta el punto de huir para mantenerse con vida.

Supongo que en todo momento supe que algo no iba bien con ese chico, pero nunca imaginé que Dean Walker terminase siendo un ángel y que llevara observándonos meses desde tan cerca.

El concepto que tenían los humanos de los ángeles distaba mucho de la realidad, pero no me sorprendía, había entendido hacía muchos siglos que la iglesia conseguía manipular a las personas de una forma abismal. Seres celestiales benevolentes que actúan como intermediarios entre Dios y la humanidad para proclamar la bondad. Menuda estupidez.
Había escuchado miles de mitos entre los humanos sobre la historia de los primeros ángeles de Dios, como Lucifer fue uno de sus súbditos y al desafiar a su creador fue condenado, exiliado y además, otorgado con su nuevo título de rey del infierno, a donde pertenecíamos todos nosotros. Todas esas patrañas tenían varias versiones dependiendo de la raza de quien te lo contase, pero estaba segura de que las versiones de los hijos del inframundo eran las mejores de todas, las más reales sobre todo, pues muchas brujas vivieron en los tiempos donde supuestamente jesucristo tocó la faz de la tierra y no todo era lo que parecía a simple vista.

Fuera como fuese el principio de los principios, los ángeles terminaron siendo seres crueles que seguían las órdenes y los ideales de su líder a ciegas, sin importar los medios, pues el fin que pretendían conseguir estaba grabado en sus cabezas como un mantra repetitivo que no les abandonaba en ningún momento.

Ese fin era acabar con todos nosotros, todos los hijos de la noche, los pertenecientes al infierno, a lo oscuro, a lo macabro. Todo lo sobrenatural. No se habían dado cuenta de que ellos terminaron siendo peores que nosotros, pero eso no le importaba a su líder, solo quería vengarse de Lucifer, dejándole solo, quitándonos del medio a todos los que no creíamos en su causa.

— Es imposible que solo sea él— dijo Sue caminando de un lado a otro con inquietud — Actúan en solitario pero todos piensan igual, se enfrentan a una ciudad grande repleta de criaturas, el altísimo sabe a que se atiene, ¿uno contra centenares de nosotros? Muy poco probable.

— Quizás el no piensa que nos aliaremos unos con otros — murmuró Declan manteniendo la cabeza cabizbaja. Estaba sentado en el sofá con las piernas cruzadas sobre el — Hasta hace poco odiábamos a los lobos.