35. Derrota.

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Una de las cosas que conservaba de cuando era humana era la impulsividad. Nunca había pensado mucho antes de hacer las cosas, siempre me atenía a las consecuencias fueran las que fueran. Afortunadamente, la mala suerte solo comenzó cuando me convertí en lo que era.

Podía recordar la sangre correr por mis venas con fluidez, mi corazón bombeando cuando subía las escaleras corriendo y esa forma automática de respirar, mis pulmones llenándose de aire de una forma normal y para nada forzada.
Sobre todo, me acordaba de la buena suerte que tenía entonces y deseaba recuperarla, aunque sólo fuera esa noche.

Ser positiva no era algo que se me diera bien del todo, la influencia de Raven en todos esos años me habían hecho perder la mirada risueña, la inocencia y sobretodo la esperanza y la fe sobre las cosas. Raven, siendo como era, consiguió abrirme los ojos hacia la realidad y me hizo entender que la positividad no servía de nada.

Intente ponerme en la peor situación, ¿Cuál era? ¿Acabar muerta? ¿Que todos acabaran muertos? Mi vida me era indiferente, no me daba miedo morir esa noche, o eso quería hacerme creer a mi misma. Sin embargo, era distinto con el resto del clan e incluso con la manada o el aquelarre. Ninguno de ellos merecían morir, morir del todo y para siempre. Pensé en Declan y en la vida que le quedaba por delante con Ryan y me entristecí. Sue no podría ayudar a más vampiros como Jaden, Cassandre moriría sin haber vuelto a sostener un bebé entre sus brazos y Alex sin confesarle todo su amor, confesarle que él querría ser el padre de sus hijos. Gael, Jamie ...los lobos morirían sin tener más culpa que ser lo que eran y Markus moriría de nuevo, pero sin volver a nacer.

— Declan, ¿Podemos hablar? — pregunté después de entrar en la habitación y cerrar la puerta a mis espaldas. Mí inerte corazón sufrió sabiendo que quizás sería la última vez que le viera. Estaba boca arriba sobre su cama con los brazos debajo de la cabeza y miraba al techo. Me miró con una expresión confusa y al bajar al suelo, su rostro se iluminó con una tonalidad anaranjada por culpa del sol poniéndose.

— ¿Qué pasa?

Tenía ojeras y sus ojos azules parecían cansados, no me había dado cuenta de que llevaba tiempo alejada de él hasta que le miré y le vi sin ese color en las mejillas y el brillo en los ojos que siempre había tenido.

— Necesito que me hagas un favor — murmuré y el se rascó la nuca. Sabía que no se iba a negar pero había una pequeña posibilidad de que intentara impedírmelo.

— ¿Ryan tenía razón? Quieres tomarte la justicia por tu mano, ¿no? — rio sin gracia y con un poco de tristeza. 

— No tengo paciencia — admití.

— Pero si valor — dio pocos pasos hasta quedar frente a mi. Sus hombros eran anchos y era alto, tanto, que me sacaba al menos una cabeza. Abrió los brazos y me envolvió en un santiamén. Declan era cariñoso, siempre lo había sido. Le encantaban las muestras de afecto y podía tirarse horas abrazando a un peluche que había ganado en la feria el verano en el que lo conocimos — He perdido a Raven y no sé qué pasará si te pierdo a ti también.

Soltó un suspiro aún abrazado a mi. Su cabeza estaba escondida en mi cuello y me acariciaba el pelo con cariño. Su ropa olía igual que la de Donovan, pero usaban una fragancia distinta, llevaba años oliendo así y yo sonreí. Le echaría tanto de menos.

— Me he cansado de no hacer nada — confesé —  Necesito que todo esto acabe, quiero dejar de esconderme, quiero que todos estemos tranquilos cuando cerremos los ojos y no pensando en si el vendedor de la tienda donde compramos la comida es o no un ángel. Sé que puedo terminar con esto, quizás puedo hacer que Raven vuelva... yo...

— Sienna — interrumpió alejándose levemente — Raven está fuera de nuestro alcance, siempre lo ha estado. El siempre ha sido libre, nunca ha estado atado al clan en realidad. No se iba porque tú estabas aquí.

ÉXTASIS IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora