Capítulo 39: La pedida

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Kimberly's POV

Cuando bajé del coche estaba desconcertada y confundida, no sé qué es este sitio, nunca he venido aquí, de pronto abro la puerta para entrar y me encuentro con un hermoso camino de rosas y velas y ahí entendí que todo el interés de mis amigas en ponerme guapa y sexy era por una sorpresa que me había preparado Verónica, ahora mismo la amo más que nunca, sobre todo porque sabe cuales son mis flores favoritas, no pude evitar sonreír y fue ahí cuando escuché la voz de una de mis amigas.

- María: Venga, sigue caminando, que al final está lo mejor. Diviértete, te queremos - las miré agradeciéndoles por todo y se fueron.

Seguí caminando por todo ese camino y cuando levanté la vista la vi, ahí estaba delante de una mesa decorada lo más romántico posible y ella vestida increíblemente sexy con ese vestido negro, tengo que admitir que no me gusta mucho que vaya de negro, pero ese vestido le queda increíblemente bien, sacudí la cabeza para quitarme los pensamientos que estaba empezando a tener de ella y ese vestido y decidí acercarme más a ella.

- Esto es increíble Vero, es hermoso, me encanta - dije sin poder para de sonreír y de mirarlo  todo.

- Verónica: Me alegro de que te guste, llevaba pensando en hacerlo mucho tiempo, pero no me atreví, pero ahora, después de todo este tiempo juntas me he dado cuenta de que estando contigo no debo temerle a nada, y menos a hacer lo que quiero si eso significa hacerte feliz, porque también lo seré yo - unas pequeñas  y asustadas lágrimas comenzaron a resbalar por sus mejillas mientras ella sonreía y me miraba.

- Ohh, mi amor - posé mis manos en sus mejillas limpiando el rastro de las lágrimas - no debes temerle a nada, hagas lo que hagas por mí siempre será lo mejor y a mí siempre me encantará - hice que me mirara a los ojos ya que estaba mirando al suelo - te amo, que no se te olvide, y siempre lo haré - y sin dejarla hablar la besé, sin importarme el sabor salado que habían dejado las lágrimas, sin importarme nada de alrededor, sin importarme los platos que había preparados para la cena, sólo me importaba sentirla, hacerla saber que ella es la única capaz de hacerme feliz me haga sorpresas o no.

Cuando nos separamos ella se dio la vuelta y cogió algo, después se volvió hacia mí y me extendió un oso de peluche

- Verónica: Yo también te amo, siempre lo haré.

Cogí al oso de peluche y lo abracé, lo puse en mi cara para que Verónica no notase que me estaba sonrojando, pero no funcionó apartó delicadamente al peluche y me dio un beso suave que casi ni sentí en la mejilla y entonces se alejó de mí y se sentó en una de las sillas haciendo que yo me sentase también.

Verónica's POV

La velada empezó justo como me lo había imaginado, no podía ir mejor, o sí. A Kim le encantaron las rosas, el peluche y la cena, pero todavía le quedaba algo más. Estuvimos cenando entre risas y recuerdos tanto buenos como malos y vergonzosos. 

Después de cenar decidí poner algo de música para hacer que bailara conmigo, ese momento en que nuestros cuerpos se juntaron y ella pasó sus manos por mi nuca hizo que un escalofrío recorriera todo mi cuerpo haciendo darme cuenta de que la decisión que tomé sobre esta noche era la correcta, ya que nadie jamás me haría sentir lo que ella.

Estuvimos bailando durante horas sobre la arena hasta que nos agotamos, decidimos sentar y ver desde ahí las olas del mar, un mar tranquilo y arrogante que daba la sensación de la máxima paz. Ese momento era perfecto, sólo el sonido de las olas rompiendo una y otra vez junto con nuestras respiraciones, sabía que esa noche nunca la olvidaríamos ni ella ni yo, pero me permití el lujo de romper aquel hermoso instante para hacerle la pregunta que tanto tiempo llevo preparando y ensayando.

- Ven, quiero que veas algo, pero antes debo taparte los ojos, debe ser una sorpresa - ambas nos pusimos de pie, yo me quedé detrás de ella para poder taparle los ojos mientras la dirigía hacia la fachada de la casa donde habían colgado el cartel, cuando llegamos aparte mi mano dejándola ver lo que tenía delante.

Un cartel enorme en el cual había escrito las palabra: "¿Harías el honor de casarte con este alma perdida?". Kim poco a poco comenzó a darse la vuelta hacía mí, así que decidí hablar.

- Yo sé qué hace tiempo fui eso, un alma perdida, pero desde que te conocí en aquel parque, "nuestro" parque, supe que mi vida cambiaría, que nada volvería a ser lo mismo. Supe que me enamoraría perdidamente de ti y no podría evitarlo, sabía que tú serías mi salvación - suspiré intentando seguir - ¿sabes?, mi mayor miedo siempre fue enamorarme, creí que si volvía a caer, saldría aún peor que la última vez, pero por alguna razón cuando te vi ahí sentada en ese banco supe que tu serías la excepción, la única excepción. Todos los días por las noches cuando nos vamos a dormir lo único que pienso es que esto no haya sido un sueño y que mañana al despertar estarás y ahí y justo en la mañana cuando abro los ojos asustada ahí están los tuyos para mostrarme la realidad. Quiero y necesito que sepas que no me importa ni el cómo ni el dónde, sólo deseo amarte por y para siempre. Sé que probablemente no sea la mejor novia del mundo, sé que hemos tenido nuestros más y nuestros menos y que tu te mereces algo mejor que yo - solté una risa tonta - pero...definitivamente eres el amor de mi vida, la única mujer que ha logrado entrar y ocupar cada espacio roto y vacío de mi triste corazón y no quiero perderte nunca, quiero que siempre estemos juntas, pase lo que pase - ella ni siquiera podía articular palabra, solo me miraba a los ojos con un brillo de felicidad que casi me mata - sé que esto no será nada fácil, nos costará y tendremos que poner mucho de nuestra parte, pero sólo te pido una cosa, cuando discutamos, cuando haya veces que no queramos ni mirarnos ni hablarnos sólo mira a la luna por la noche y sabrás que yo estoy igual de triste que ella por no poder estar con el sol. Yo sé que no te merezco, has sufrido mucho y todo por mi culpa, pero...te amo, no puedo evitarlo - respiré profundamente para no ahogarme entre el llanto y las palabras - así que... - me estaba costando más de lo que creía - ¿me harías el honor de ser mi esposa? - me arrodillé y saqué la cajita de terciopelo azul en donde se encontraba aquella joya, aquel objeto que nos uniría para el resto de nuestras vidas.

Ella se puso las manos en la cara y comenzó a llorar sin poder parar, sólo mirándome a los ojos para hacerme entender la repuesta, después se abalanzó sobre mí abrazándome y dejando un rastro de besos por toda mi cara.

- Kimberly: ¡Sí!, ¡sí quiero!, ¡claro que quiero!. Te amo, te amo, te amo - las dos nos reímos - eres lo mejor que me ha pasado, así que sería un honor para mí casarme contigo amor - nos besamos que no existiese nada más, sólo nosotras dos, sólo ese instante, un instante que queríamos que perdurase eternamente.






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