Capítulo 18. LA REINA Y SU JUEGO

23 1 0
                                    

 5 de agosto, 2018.

DESCONOCIDO

Oscuridad.

Los gritos son bloqueados gracias a estas grandes paredes en color blanco.
Esto es uno de los momentos en donde según ellos disfruto del sol que me da la ventana. Me acerco con cautela a ella, pero tiene rejas por fuera y el vidrio es laminado impidiendo poder romperlo con facilidad y no olvidemos la alarma y cámara de seguridad que tiene esta pocilga.

Aunque alguien como yo nada es imposible.

Paso los fastidiosos mechones detrás de mi oreja y ladeo mi cabeza. Niego.

Vuelvo a caminar y me siento en la cómoda cama con telas blancas, aquí es un lienzo en blanco que amaría pintarlo y no necesariamente con colores cálidos.

Sujeto el libro en mis manos mientras comienzo a leer una genial obra Mary Shelley. La puerta es abierta y de ella entran cuatro personas con sus típicos uniformes, una sonrisa ladina se forma en mi rostro mientras observo las cadenas y camisa de fuerza.

¿Quién vendrá?

—Ven preciosura debemos arreglarte para tu visita— dice un chico alto de tez morena, la burla se instala en su voz.

Me levanto obediente mientras camino hasta el mismo castaño que se burló.

No son superiores a mí.

Son seres que no valen nada.

Me acerco a él y en un movimiento rápido lo empujo, sujeto su cuello y giro para rodear mi brazo en el mismo. Los demás me observan.

—Un movimiento en falso y te quiebro el cuello, sabes lo satisfactorio que sería— susurro en su oído—, tiene mucho tiempo que no siento la muerte en mis manos.

—Loquita aléjate.

—¿Por qué?

Hago un puchero con mis labios.

—Él está aquí para verte, sino obedeces nuestras ordenes sabes lo que puede pasar.

Los observo antes de soltar al chico de un empujón, él parece respirar con exageración. Ridículo.

—Par de maricas, no aguantan nada.

Los tres se acercan y se encargan de colocar la camisa de fuerza, la aprietan que incluso incomoda, toman la cadena y la sujetan con mi pie y me siento en una orilla.

—Estás lista.

—Tú también estarás listo para tu funeral.

Sonrió con inocencia.

Él sacude su pecho en una risa y me golpea suavemente con la palma de su mano en mi cabeza como si fuera un animal. Finalizan y escucho el sonido de la puerta cerrarse para minutos después ser abierta.

Él olor a perfume llega a mis fosas nasales, reconociendo a la persona de inmediato. Mis parpados se encuentran cerrados, mientras dejo apoyada mi cabeza en la pared blanca, las hebras de carbón de mi mal cortado cabello cubren mi rostro y aunque quisiera apartarlo sería algo que no está a mis manos.

—¿Qué te trae por aquí?

No dice nada, en cambio puedo escuchar sus pasos y saber que se sentará a mi lado como siempre lo hace.

Me quita los mechones de mi rostro para observarme, toma mi mentón con un cariño que solo nos muestra a nosotras, y puedo sentir sus ojos oscuros evaluarme.

—No es necesario esto. Estas desaliñada, eres un desastre— susurra cerca de mi rostro.

Sonrió.

—Estas seguro, mis ansias de matar están algo intensas y me castigan sin darme de comer o un maltrato físico— me acerco aún más a su rostro y mi nariz roza con la suya—, lo que no saben es que lo único que puedo sentir es placer.

—No voy a permitir que te traten como animal.

—¿Qué quieres?

—Saber si estás bien, o al menos pasable.

Decido abrir mis ojos y le muestro una sonrisa burlona.

—Es lo mismo, no cambia nada.

Con las yemas de sus dedos delinea mi rostro y yo enarco una ceja.

—Quita esa cara lo que sí quiero es salir de esta miseria. Alguien como yo no es digno de estar aquí.

—Eso es imposible.

—Él quiere que esté con ustedes.

Cambió de tema. Su rostro se endurece.

—No, ese pueblo está lleno de monstruos.

—Nosotros somos eso.

—No te sacaré de aquí, podrás jugar con la mente de todos los de aquí pero no con la mía.

Hago un puchero y él blanquea los ojos.

—Ella está siendo estúpida.

Me observa.

—Puede ser.

—Tardé o temprano se le caerá su cuento y quisiera ver eso para reírme, merece que yo mismo acabé con su porquería de vida.

Niega.

—Sabes las reglas— su voz suena irritada—, primero tendrás que matarme antes que lo hagas con ella.

—Eso sería fácil, en fin, quiero ayudar a encontrar al asesino, ese juego suena interesante, pero sabes padre me conto un poco lo que pasa y por lo que veo ese pueblo es interesante.

Apoyo la espalda en la pared.

—Puedo hacerme una idea del porqué de su obsesión— susurro. Las ganas de sentirme libre se intensifican.

—No pasara eso, tú te quedaras aquí.

Lo observo, me acerco a él tanto que mi nariz roza con la suya.

—No estés tan seguro hermanito.

Beso cerca de sus labios y él se aleja, me burlo al ver su cara de asco.

—Jodete.

—Puedes hacerlo tú.

Él me entrega un libro y sonrió.

—Para que no sea aburrido el día al menos.

Alzo una ceja.

—Lo tomaría, pero no tengo manos así que; que te parece si lo dejas en la cama.

La puerta vuelve a cerrarse. Mi plan cada vez está más cerca y solo es cuestión de tiempo para salir de aquí, porque este es mi infierno y todos irán conmigo.
Oh, pequeña muy pronto volveremos a vernos y me encargaré de disfrutar de acabar contigo, así como lo hiciste una vez con ella.


Las luces parpadean, el enemigo se acerca, los monstruos se ocultan en las sombras y llegar a la verdad significara sacrificios, ellos piensan que pueden manejar este juego, pero la reina está encerrada, pero no por mucho tiempo y jaque mate ganare este juego. No es mío, pero lo será... 

Flores azules 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora