Capítulo 31. DEBILIDAD

14 1 0
                                    


Capítulo 31.

28 de noviembre, 2018.

Arián Jennings.

10:01 p.m.

Dejo la taza en la mesa y camino hasta la ventana, mis ojos observan caer cada copo de nieve.

Sonrió.

Ayla era así.

Estúpida.

Sabía desde el principio que ella era la asesina.

Así que tú eres.

Mi sonrisa creció al ver el documento en mis manos.

Sería mi siguiente juguete para divertirme.

Ese fue el principal motivo por el que me acerqué a ella, necesitaba corromper su alma.

Aún recuerdo la noche anterior en el bosque, ella acostada en mi pecho semidesnuda.

—Solo quiero matarlo ya— su puchero me irritó, sin embargo, sonrió y beso su cuello donde ella tanto le gustaba.

—No puedes hacerlo hermosa—hablo en su oído—, es un riesgo para todos si se enteran de que tú lo hiciste.

Ella se inclinó y se giró para quedar frente a mí.

—Personas como Nihal no merecen vivir.

Susurro, sus ojos brillaban por odio. Ella me abrazo y me beso.

—Nadie merece vivir entonces.

Nihal no era mala persona, para la sociedad común sí, pero para personas como yo era alguien común. Un tanto idiota.

Cuando me enteré de que mato al amante de Amelie me sacó una serie de risas porque un tanto ridículo, pero durante estos meses lo he analizado y llegue a una conclusión donde el es más peligroso en realidad.

Así que sonreí porque él era peor que muchos asesinos seriales. Esa sonrisa encantadora para las mujeres y hombres era la clave para capturar a sus víctimas, esos ojos verdosos llenos de inocencia fingida hacían que te acercas sin proponértelo.

No era un violador.

Pero si un asesino y para ser sinceros no veía la diferencia.

Detrás de esa culpa fingida que hasta él mismo se creé esta un monstruo lleno de descaro y malicia.

Si ese ser despierta Geerland se pondrá interesante

Un ruido me hizo fruncir el ceño, camino hasta la cocina y antes de otro movimiento capturó a la persona.

—Casi me matas— soltó en medio de un jadeo.

Observo la herida en su brazo producto de Bessel.

Alzo una ceja.

—Te dije que no lo hicieras—susurro con tranquilidad.

—Era el momento perfecto... Él.

La puerta se abrió y Bessel entro con su ceño fruncido, Ayla miro a la chica.

—Yo...

Bessel saco su flecha y lo coloco en su arco directo a Ayla.

—No debiste venir aquí Ayla.

—No sabía dónde ir.

—Ella debe estar muerta—la frialdad de Bessel me hizo sonreír.

Si a veces era una loca incontrolable, pero también era útil.

Flores azules 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora