Capítulo 31. ENCONO.

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Encono: rencor hacia una persona.

Nihal Sheider.

No podía decir una frase sin balbucear, mis ojos inspeccionan los suyos. Sin duda era ella.

Ayla.

Decir su nombre en mi mente hizo que recordara los momentos de mi niñez junto a ella, las bromas que le hacía cada que ella dormía en casa, su risa paso por mi mente como una melodía pura, su inseguridad cuando fue a una fiesta y vestía un lindo vestido donde le asegure que se veía bonita, no sin antes decir unas cuantas frases sarcásticas, ella.

Mi mejor amiga.

Mi compañera de escuela, de bromas y viajes.

Mi confidente.

La primera chica quién fue capaz de conocer mis más oscuros secretos y quedarse.

Ella... ella... ella siempre fue ella.

La asesina.

Los recuerdos del velorio de Carlos, como ella me abrazo y me ánimo, los recuerdos de la universidad ahora se me hacen falsos.

Todo fue falso.

—¿Por qué? —me atrevo a preguntar.

Vulnerable.

Siento mis ojos picar por lágrimas, pero parpadeo encerrando por completo cualquier muestra de debilidad.

—Nunca paso por tu mente como podía seguir siendo tu amiga aún por lo que le hiciste a Amelie.

Sí, la respuesta era clara, porque ¿Quién podría hacer eso? Mi respuesta en ese momento fue porque me entendía.

Estúpido.

Así me sentía.

—Sí.

—Mi amor por ti se convirtió en odio.

La confesión dolió más que un golpe físico, incluso me tambaleo un poco.

El odio nos hace actuar de forma imprudente y vaya que lo sabía.

—¿Me odias? —no quería que sonara a pregunta, pero fue demasiado tarde cuando abandonó de mis labios sin poder detenerla.

—Te odio tanto... cambiaste a mi hermana mi gemela.

Cierro mis ojos por un momento.

Ese fue el principio de su odio.

Amelie.

Entonces la debilidad cambio por ira.

Mi vista me cegó y me di cuenta tarde que la tenía acorralada en un tronco de árbol, mi cuerpo aplasto el suyo.

—¿Sabes porque odio a tu hermana?

—No me interesa, ella entro en una tristeza profunda por tu culpa, cambiaste cada cosa autentica de ella, todo por ti y tu manera de doblegar su alma.

Lamo mis labios y sonrió con descaro.

—Las ofensas hacía ella eran y son reales.

No me deja terminar porque me golpea el rostro, el cuchillo paso por mi abdomen dejando una ligera cortada.

—Cállate.

Su ira me hizo sonreír.

Ella no me conocía, no esa parte que siempre oculto, entre las sombras.

Flores azules 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora