Capítulo 34. NO CONFÍES EN NADIE.

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Capítulo 34

Azul Jennings.

Camino junto a mi hermano por el inmenso bosque, él no dice nada, pero algo trae entre manos.

—Estas ocultando algo —afirmó mirándolo de reojo.

Pateo algunas piedras de mi camino y él se encoge de hombros.

—No te importa.

—¿A quién le envías mensajes? —pregunto con el ceño fruncido.

Arián no se consideraba por tener amigos, siempre decía que los humanos normales eran aburridos, así que estoy segura de que una persona normal no es.

Al menos que sea una víctima.

—Ahora esta celosa mi hermanita —dice mientras alza una ceja y un brillo en su mirada se hace aparecer.

—No.

...Pero voy a descubrir que traes entre manos.

13 de diciembre, 2018.

Me quito mis audífonos y paso la pequeña toalla por mi rostro. Abro la puerta mientras bebo de mi botella de agua, mi cabello esta mojado debido al sudor lo cual es asqueroso. Realmente asqueroso.

Alzo mi mirada un poco y lo que veo no me gusta para nada.

—¿Qué haces tú aquí? —pregunto mirando a mi progenitor junto a Arie.

Ella blanquea los ojos mientras se pone de pie y me sonríe.

—Se quedará unos días —comenta con una media sonrisa.

Niego.

—No quiero que...

—También es mi casa Azul, también pago por ella y bueno sigues siendo mi hija.

—Y eso es detestable.

Él sonríe sin preocuparle mis palabras.

—Claro.

Antes de decir algo Bessel sale de la cocina como si nada.

Ella me mira un segundo y esa sonrisa maliciosa me avisa problemas.

—Hola... Hola primita —habla con esa delicada voz demasiado irritante para mí.

—¡Váyanse a la mierda! —grito pasando de largo.

Cierro la puerta de un portazo y dejo caer mi cuerpo en la cama, cubro mi cuerpo con mi sabana roja hasta mi cabeza.

Vulnerable.

Me siento jodidamente mal, cierro mis ojos.

Lágrimas anhelan salir de mis ojos. Cierro con más fuerza mis parpados en un intento de no llorar. Estas fechas me siento mucho más vulnerable, siento los recuerdos pesar en mis hombros mientras me dirijo a ese lado oscuro.

Siento la mano de mi hermano entrelazado con mis dedos, no hay lágrimas o gritos de mi parte.

Todos vestimos de negro, mi vestido es corto y liso, unas medias me cubren del frío y Arián quita mi abrigo con delicadeza.

—Me importa una mierda que sea una niña —grita Arie pasando por mi lado. Detrás de ella viene mi padre y suspira cansado.

—Arie, por favor —advierte Alexandre.

—Jodete Alexandre, ella debió hacer algo, solo se quedó como un jodido maniquí viendo como mi madre moría—grita.

Todos estamos en la sala y ella me observa con odio. Se acerca.

Flores azules 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora