Capítulo 32. MONSTRUO.

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Nahil Sheider.

Tiempo atrás...

El tiempo te hace lograr tener descubrimientos, cuando somos pequeños e "inocentes" solo pensamos en jugar y reír, creemos en el amor y que el mundo es un completo arcoíris, la vida es una constante epifanía, todo el tiempo y cada momento te hace mirar al frente y ver que el mundo no es rosa y soso. Es cruel, es frío.

Tienes mucho frío.

Todo el tiempo.

La preparatoria era una mierda, todos me buscaban y yo no soportaba esa atención.

Siempre lograba estar en la dirección por una pelea, amaba la sangre, no la mía la de otros.

Me gusta amenazar a la gente porque sus ojos se impregnan de terror, mucho.

Suelto al sujeto que me mira horrorizado.

Cae al suelo y se ve patético, sus aires de superioridad acaban de irse al carajo.

Sonrió.

Me inclino para estar a su miserable altura y sujeto su mandíbula con fuerza.

—No vuelvas a tocarme los cojones hijo de puta, no quieres conocer al diablo—susurro en un timbre bajo y ronco.

Lo suelto y vuelvo a mi altura inicial, cada persona me veía, sonrió y giño un ojo a las chicas.

Amelie se encontraba en un rincón junto a mi mejor amiga, sabía que había visto todo y eso me hizo sentir bien. Ayla fue a su aula y pase por el lado de Amelie.

Éramos novios.

Y eso me hacía débil y las debilidades no encajaban conmigo.

Una chica, cabello negro y morena paso por mi lado, su giño me hizo alzar una ceja y sin importarme que mi novia estuviera ahí sujeto su cintura.

Ella pego un brinco, pero termino sonriendo.

—Tu novia nos está viendo—comento jugando con la corbata de mi camisa.

—Podemos darle un mejor espectáculo.

Ella alzo una ceja interesada.

Descubrir que se revolcaba con Esteban me hizo que el respeto y amor que tuviera hacía ella desaparecieran.

Agarró la nuca de aquella chica y la beso, no hay dulzura y ella gime en cuanto el beso se vuelve aún mejor.

Oh, Amelie sufrirás verme la cara de estúpido.

+++

Salgo del recreo y antes de que Amelie corriera lejos de mi sujeto su codo con algo de fuerza.

La arrastro hasta un rincón y sin decir nada la beso, ella corresponde porque claro me necesita de fachada.

Al soltarla sujeto su barbilla con fuerza.

—Disfrutaste el espectáculo —susurro, mi aliento impacta en su delicada boca.

Ella me mira y sus ojos se nublan por las lágrimas.

Amaba ver sus lágrimas, porque mientras ella sufría yo sentía placer.

Empezaba amar ser el que producía su dolor.

—¿Por qué lo hiciste? —murmura, sus ojos suplicaban que la soltara. No lo hice.

—Quise hacerlo— como tú también lo haces quise decir, sin embargo, guardo silencio.

Flores azules 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora