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Sehun estaba vestido como un joven noble. Llevaba todos los accesorios que su rango le permitía. Recibió un extraño mensaje del maestro Lee que sonaba peligrosamente amenazante, como mínimo. Entre sus ropas, se escondía un puñal porque si tenía que defenderse, iba a hacerlo. No importaba si después entregaba su vida, no permitiría que nada le pasara al segundo príncipe.

Era muy extraño que el suegro de su gran jefe lo solicitara después de que sus hombres lo hubieran estado siguiendo. Como espía, estaba perfectamente consciente de las tácticas del patriarca. Debía ser increíblemente precavido, seguramente se había enterado de la traición y quería vengarse. Iban a torturarlo y matarlo si lo atrapaban. 

Estaba casi llegando cuando prestó especial atención a las personas acumuladas cerca del lugar donde lo habían citado. Le pareció extraño que tuvieran una reunión tan lejos del centro del pueblo, pero siguió avanzado con la cabeza en alto y las manos entrelazadas detrás de su espalda. Un par de miradas se posaron sobre él y no parecían muy amables.

El lenguaje corporal de aquellos hombres: sus gestos, sus miradas, sus cuchicheos conforme Sehun se acercaba y quedaba ya a pocos metros, le hizo entender de una manera muy clara que estaba en peligro, en uno real. Disimuladamente fingió tener interés en desviarse hacia lugar y alteró su camino. El movimiento fue suficiente para que todos se lanzaran detrás de él. Sehun, al notarlo, empezó a correr. Si se trataba de una trampa, como sospechaba, debía alejarse si quería vivir.

Se adentró un poco en el bosque, conocía muy bien la zona y le resultaría más fácil escapar. Pero, lamentablemente para él, no era un espacio desconocido para sus atacantes. Estaba en muy buena forma, pero correr por los terrenos irregulares y con la amenaza tan cerca le hizo cometer más de un error en el camino. Casi a la salida del bosque, tropezó y cayó, cuando logró levantarse, los hombres estaban demasiado cerca. Cuando escuchó las espadas desenvainarse, sacó el puñal.

***

Llevando con él varios regalos y golosinas, para todos sin excepción, el segundo príncipe llegó a la casa donde vivía su esposa con sus hijos. Su corte se encargó de preparar todo un festín, los niños lo recibieron cariñosos, pero parecían bastante apagados. Lo entendía, así que decidió animarlos un poco. De todas formas, parecían alegres de verlo.

Su esposa se tomó mucho tiempo para salir. Se notaban sus esfuerzos, pero no logró en modo alguno mantener un semblante tranquilo. Se notaba que había estado llorando. Sus ojos y su nariz estaban rojos y su cara hinchada. Después de un pequeño momento en familia, Kyungsoo pidió quedarse a solas con ella. Todos, incluido sirvientes, salieron del lugar.

–¿Has pensado en el futuro?– le preguntó el príncipe, tomando con tranquilidad un té que él mismo había traído y que fue servido por sus propios empleados.

–En el futuro– comentó la mujer, pero no dijo nada más. Un suspiro se le escapó.

–Bien. Si no lo has hecho, yo sí. Por lo tanto he tomado una decisión.

–Claro, alteza– aceptó distraídamente, parecía muy afectada y Kyungsoo sintió incluso algo parecido a la empatía, a pesar del resentimiento que tenía por ella.

–Me llevaré al niño.

–¿Qué?– aquellas palabras la sacaron de su trance. Miró para todas partes y luego le clavó unos ojos llenos de miedo y de odio a su marido.

–Va a tener los mejores maestros, lo van a educar como el futuro rey de esta nación.

–¿Futuro... pero... qué, por qué?

–¿No es eso lo que quieres?

Lee Soo Mi bajó la cabeza. No por verse descubierta, no por la vergüenza de ser atrapada en sus faltas o el temor. Lo hizo por la rabia. El fastidio de estar atrapada en su propia trampa. Todo era culpa de su padre y cómo la había arrastrado hasta ese punto.

Nos vemos en el futuro (Kaisoo)Where stories live. Discover now