Capítulo 30: "Irse duele".

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Narrador externo.

A Félix le tocó ser quien consolara a Luana la mayor parte del día mientras que los demás sólo esperaban las noticias acerca del estado de la muchacha, las cuales eran impartidas por el pelirrubio cada vez que encontraba una excusa para salir del camarote, pues era intensamente presionado por Garfio para saber cada detalle. Félix lo entendía, era un padre preocupado y toda la cosa pero muy dentro de sí no podía evitar pensar que Luana necesitaba espacio, que necesitaba lidiar con todo ésto sola por unos momentos.

Además, ella no era la única persona que tenía que lidiar con la muerte de Peter. Él no era alguien a quienes muchos extrañaran cuando se fuera, pero las personas que llegaron a conocer los pocos sentimientos dentro de su alma deshecha, realmente estaban sintiendo un dolor profundo que los calaba en el interior del corazón. Los niños perdidos perdieron a su líder. Félix perdió a un amigo. Luana perdió al que creía ser el amor de su vida.

Era realmente duro y nadie podía comprenderla. Más que Garfio. Él perdió al amor de su vida, a la madre de su única hija, y siempre se había culpado por ello. Se sentía el causante de todo lo que había pasado, cada vez que recordaba a Elizabeth se echaba a llorar, cada vez que recordaba su muerte y el hecho de haber sido un completo cobarde cuando concibieron a Luana, quien ahora era la luz de sus ojos, a quien más amaba. Y no tenía una madre. Ni un padre que fuera honesto con ella y que la protegiera de los sentimientos de pérdida que tuvo por William.

Luana había perdido a muchas personas importantes, y perder a Peter hizo que se derrumbara otra vez después de que tanto le había costado componerse de la muerte de sus padres, de William específicamente. Creyó que todo su mundo sólo se cayó encima de ella, después de todo lo que luchó para estar junto a él y tener un final feliz, que por un segundo creyó que era posible.

La felicidad no existe. El amor y los finales felices son sólo un cuento de hadas, se repetía Luana una y otra vez dentro de su cabeza mientras las lágrimas devoraban su rostro, dándole un aspecto deplorable. Félix se había ido de su camarote apenas hacía unos segundos y todo el llanto que retuvo fue saliendo lentamente de sus ojos, pues levantar murallas frente a otras personas era algo que ella sabía haber muy bien.

Intentaba convencerse de que lo que decía era verdad, pero muy dentro de sí sabía que el amor era real y que lo sintió junto a Peter. Lo extrañaba mucho y eso le destrozó el corazón.

―¿Se puede? ―se escucharon tres golpeteos en la puerta de madera después de aquella interrogación, y Luana pudo ver el rostro de Félix asomándose por el umbral de la puerta. Sus mechones rubios caían por su rostro y algunas plumas decoraban la parte trasera de su nuca. Luana aún sentía curiosidad acerca de la extensa cicatriz que surcaba el rostro de Félix, pero se dijo a sí misma que nunca le preguntaría sobre ello.

―Has estado las últimas dos horas aquí, Félix ―contestó Luana de mala manera, con la voz ronca mientras se levantaba de la cama y secaba sus lágrimas rápidamente aprovechando que Félix entraba en la habitación y cerraba la puerta, por ende no estaba dirigiendo la mirada hacia ella. En ocasiones, se dejó quebrar frente a algunas personas pero intentaba reponerse de todo ésto haciéndose la dura, aunque no sabía cuánto tiempo podría durar eso.

―¿Sabes que no tienes que fingir estar bien conmigo, no? ―pregunta él, subiendo sus cejas sugestivamente a la par que tomaba asiento al lado de la muchacha con el corazón roto. Ella lo observa y se encoge de hombros, siente que va a romperse de nuevo pero intenta evitar ese sentimientos instalado en el fondo de su corazón, que después de haber estado en el pecho de Peter, parecía ya no pertenecerle―. Luana, sé que no estás bien.

Peter Pan's Property (Peter Pan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora