1991

12.9K 1.4K 3.5K
                                    

A verrrrrr. Ustedes me dan ideas extrañas con sus respuestas, en serio xd

Dedicado a @RedReaderDany, que me dio la explicación exacta y fue la primera en hacer una referencia al tema. Para la otra, recordaré pedirles una sola respuesta por persona, porque aparentemente, no fue obvio que no podían agregar tantas, jAJAJA.

Con menciones especiales de mucho amor a @Fiorella2903, que también se refirió al tema pero era una bolita de emoción y no fue precisa ¿?  y a @RivailleYJaeger que se acercó con su última teoría. Aunque yo en ningún momento les dije que el perro era Sirius, ustedes lo asumieron porque tenía el pelo negro xd

**
  

Harry tenía un puchero notable cuando su madre lo arrastró dentro de la tienda de túnicas. Odiaba las túnicas. Odiaba ir a comprar ropa.

Si no fuese porque la necesitaría para ir a Hogwarts, lo que confirmó al revisar la lista de la indumentaria por debajo de uno de los brazos de Lily cuando ella la leía, habría protestado hasta ser dejado en casa de Sirius. Ella podía comprar los libros y calderos, y ya tenía a su pequeña lechuza nival que llevaría de mascota al colegio de magia. Para su mala suerte, tenía que estar ahí para las medidas del uniforme, porque Lily se negaba a utilizar algún hechizo (él suponía que habría alguno para ello, porque existían hechizos para todo).

La vio entablar una rápida conversación con la dependienta, antes de ser arrastrado, por segunda vez. Lo siguiente que sabría sería que vestía una túnica, la tela se deslizaba por el piso cuando caminaba. Tenía que subirse a una plataforma redonda y pequeña a donde le tomarían medidas y ajustarían la prenda de acuerdo a estas.

Lily le enviaba un patronus a su esposo para comentarle cómo iban en la búsqueda de útiles y a qué hora, creía ella, podían reunirse en la tienda de helados, como le fue prometido a un Harry enfurruñado que no quería salir de su cama esa mañana. Por alguna razón, los únicos clientes del día eran ellos, y un niño rubio que también se probaba túnicas, en la plataforma de al lado.

Lo escuchó hablar en voz baja con la dueña; sonaba a una petición. Ella le sonrió dulcemente y pellizcó su mejilla un instante, después prosiguió con su trabajo, haciendo levitar alfileres que se clavaban en las telas, usando un metro flexible mágico.

Se le ocurrió que podía pasar más rápido el tiempo, si se distraía un poco.

—¿Hogwarts también?

El niño rubio parpadeó y giró el rostro hacia él. Lucía en verdad sorprendido de que le hubiese hablado. Harry supuso que sería su primera vez en una tienda de túnicas, o que sería un hijo de muggles. Por lo que su madre decía, los hijos de muggles tendían a estar más nerviosos que el resto antes de comenzar en el colegio.

No notó nada inusual. Tiempo después descubriría que Draco Malfoy, el niño-que-vivió, pedía que le cubriesen la cicatriz con un glamour para salir del castillo -las escasas ocasiones en que salía, al menos-, pero en ese momento, no sospechó nada del chiquillo que asintió un par de veces.

—¿No te parece fastidioso todo esto? —Harry sacudió los brazos para agitar las mangas largas y anchas, aprovechándose del hecho de que la dependienta se hubiese alejado por un rato. Draco esbozó una pequeña sonrisa al copiar su gesto, la carcajada reprimida iluminándole el rostro.

Sí, estaba casi seguro de que el niño nunca había estado en una tienda de túnicas. Vaya suerte. A él le hubiese gustado que Lily no le comprase ropa cada dos o tres meses.

Cuenta regresivaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora