Agradecimientos y apuestas perdidas

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—...así que creo que debo dejar algunas de mis materias.

Cuando calló, esperó a que su padrino reaccionase de algún modo, el que fuese. Snape lo sorprendió al continuar revolviendo la mezcla del caldero de turno con una varilla, la expresión en blanco y los movimientos precisos, hasta después de un momento que se le antojó eterno.

Sabía que lo harías —Mencionó, sacando la varilla para limpiarla con un pañuelo blanco. Luego le aplicó un encantamiento que le quitaría los restos de cualquier poción y la devolvió al estuche de cuero con varios compartimientos para varillas de todos los tamaños. Levantó la mirada hacia él—. ¿Cuáles vas a abandonar?

Cuidado de Criaturas Mágicas —Se sentía un poco mal por Hagrid, pero la experiencia del escarbato de cola explosiva ya le había advertido de a dónde lo llevaría toda esa locura, y a decir verdad, no era una materia de su interés. A Salazar lo podía cuidar sin tanta ayuda— y Estudios Muggles. Hers puede explicarme algunas cosas que me falten —Se apresuró a aclarar, ante la mirada que el mago le dirigió—. Su cultura sólo se me hace...extraña. Pero cumplí con encontrar argumentos sobre por qué no dañar a los muggles.

Snape incluso arqueó las cejas, invitándolo a hablar.

—Son mucho más listos de lo que pensamos. Como no tienen magia, se la pasan creando cosas que hagan lo que nosotros hacemos, por ellos. Es increíble, ¿sabes? Autos, motocicletas, y tienen esta cosa- la caja que proyecta imágenes, es como si alguien pusiese sus pensamientos en un Pensadero, pero mejor, porque no tienes que meter la cabeza al agua y...

Su padrino continuó con la preparación de la siguiente receta, en un caldero diferente, y fingió que no le importaba oírlo divagar acerca de cómo protegían el ecosistema animal y eran fuente de sustento de una gran parte de las criaturas mágicas de menor riesgo, a las que ni siquiera conocían, y otras tantas conclusiones a las que llegó tras casi tres meses de la materia.

En el fondo, los dos sabían que tenía sus motivos para dejarlas. Pero ninguno lo comentó.

Cuando le dio el giratiempo a Hermione esa tarde, en la Torre de Gryffindor, su amiga soltó un largo suspiro y paseó la mirada sobre las pilas de pergamino que tenía por delante, una infinidad de tareas de las materias acumuladas.

—Odio tanto la adivinación —La escuchó mascullar. Él se rio por lo bajo, encogiéndose de hombros.

—Entonces sólo déjala.

Hermione sopesó el giratiempo entre sus manos, le dio otro vistazo a sus tareas excesivas, y torció la boca.

—Yo voy a seguir con Aritmancia y Runas —Añadió, balanceándose sobre los pies con presunta inocencia—, y Snape dijo que solicitaría una sección de Alquimia para el próximo año, si conseguía estudiantes suficientes. Pero no puedes tener el horario sobrecargado si vas a verla.

Ella se mordió el labio y dejó escapar un quejido, arrugando el entrecejo.

—Quería hacer esto bien...

—Ya lo estás haciendo bien, Hers. Alguien —Recordó justo a tiempo que no podía hablar de Regulus y se rio, negando— me dijo que estamos en una edad donde merecemos un poco de tiempo libre para descansar y hacer tonterías.

A Regulus era a quien le había contado lo sucedido con lujo de detalles. Él había oído cada palabra, sin interrumpir, y en cuanto terminó, le pasó el brazo sobre los hombros y susurró junto a su oreja:

No tenías que hacerlo- ponerte en riesgo así. Nadie te hubiese culpado de no conseguir el Horrocrux, Draco. No esperamos que seas perfecto, sólo que hagas lo mejor que puedas. Y ya lo estás haciendo.

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