1992

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—...eh, Neville, ¡Neville!

—¿Por qué lo llamas? —Ron le frunció el ceño. Draco rodó los ojos y resopló.

—Anda solo.

—¿Y eso qué?

—¿A ti te gustaría ir solo por el Callejón Diagón en agosto, Ron? —Le espetó Hermione, cruzada de brazos. El niño pareció considerarlo un rato, desviando la mirada a su bulliciosa familia.

—No creo que ande solo —Fue lo único que respondió, en voz baja.

Draco ignoró su quejido y se apartó del clan Weasley, que había decidido que lo adoptarían como uno más desde que la madre de Ron consideró que estaba muy delgado, y a la hermanita de este le resultó 'linda' la cicatriz que tenía en el pómulo. Su compañero estaba de pie afuera del escaparate de una floristería, con un caldero en el brazo, y dio un vistazo nervioso alrededor cuando se dio cuenta de que alguien lo llamaba.

Hermione y Leonis, siempre a su lado, lo siguieron. A Ron le tomó unos segundos más decidirse por ir tras ellos.

Ya tenían casi todos los útiles para el segundo año. No creía que a la señora Weasley le molestase una demora de un momento, antes de ir a la librería.

—Hey, Neville —Se detuvo frente a él. Miró dentro de la tienda, luego alrededor. Decían que sus padres estaban muertos, ¿así que con quién iba de compras? Draco sólo sabía que, en su caso, no le gustaría estar sin compañía en ese lugar, y no, no era nada más porque de tanto tiempo en el castillo, los lugares amplios lo incomodasen. O tal vez sí—. ¿Cómo vas con tu lista? ¿Tienes todo? —Cuando el niño empezó a balbucear, como ocurría cada vez que estaba en su presencia, le arrebató el pergamino para echarle una ojeada. Gran parte de los materiales ya estaban tachados.

Hermione lo codeó, a manera de regaño por su poca educación, él rodó los ojos y le tendió la lista de útiles de vuelta. Neville boqueó, incapaz de pronunciar un agradecimiento completo.

Le hacía gracia cuando se ponía así, como le haría ver a un Puffskein enojado o a un crup malcriado. Cuando se rio, su compañero empezó a hacer unos pucheros, que no lograron hacerlo sentir mal.

—¿Quieres venir con noso...?

Su pregunta, sin embargo, quedaría a medias cuando la puerta junto a ellos se abriese, y de esta, saliese una mujer envuelta en un vestido holgado, con un bolso enorme y abultado, un sombrero finalizado con el tocado de una larga y estilizada pluma rosa brillante. No tenía idea de cuántos años poseería; siempre le era difícil reconocer la edad de un mago o bruja.

Cuando formó un rictus de desprecio con los labios, muy similar al de su padrino, aparentó un rostro más curtido y envejecido.

—Neville Frank Longbottom —El aludido se enderezó por reflejo, poniéndose pálido al darse la vuelta para encararla. La bruja estrechó los ojos, su mirada juzgadora pasando por encima de los tres con un escrutinio veloz e infalible.

Draco llevaba el glamour sobre el rostro para evitar que la cicatriz fuese visible. Pese a ese detalle, podría jurar que ella se detuvo un instante más del justo en su cara. Quizás era de esas que tenían la habilidad de distinguir los buenos glamours al estar cerca de ellos; nunca podía escaparse de esas brujas, por mucho que lo intentase.

En definitiva, aquello de salir de Hogwarts no era lo suyo.

—¿Son tus amigos? —Inquirió la anciana, tocando un costado del niño con el bastón que llevaba en una de sus manos.

—Son- so- son mis- mis compañeros en- en Hog-

—¿Gryffindors entonces? —Interrumpió. Hubo tres asentimientos simultáneos que le contestaron. Neville aún boqueaba, al borde de un colapso—. Nombres completos. Ahora.

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