Pequeños secretos

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—...un esguince realmente no es la gran cosa. A menos que a una serpiente mágica le haya dado por morderte en la misma zona herida, claro.

—Pero con el tobillo vendado, todavía puedo jugar Quidditch, ¿verdad? —Su padrino, que estaba junto a la cama, le dio tal mirada de reprimenda que tuvo el impulso de encogerse y fusionarse con el colchón de la camilla. Carraspeó y se echó el cabello hacia atrás, sin notar que lo hacía—. Digo, podría- puedo subir a la escoba y- y puedo patear con el otro pie para alzar vuelo y...la verdad es que Wood me va a matar si no me curo antes del primer partido de enero —Se excusó, con su mejor expresión lastimera.

—Veremos cómo te encuentras después de las vacaciones —Argumentó Pomfrey, con el mismo tono sereno con que le había contestado desde que llegó. Draco soltó un dramático suspiro y se recostó en las almohadas.

—Es el precio de la imprudencia —Le siseó Snape, entre dientes. Él asintió, distraído. Ya sabía que vendría un castigo y un regaño en cuanto hubiesen dejado la Cámara.

En la camilla contigua, la profesora A examinaba la mejilla hinchada de Neville, limpio de todo rastro de veneno por un encantamiento. El niño no dejaba de observarlo con culpa desde que Pomfrey ahogó un grito ante las marcas de mordeduras que tenía sobre el tobillo amoratado. A esas alturas, Draco ni siquiera lo sentía, así que no suponía gran diferencia.

—Poppy, si nos permites un momento —Los profesores y ambos niños giraron hacia la entrada cuando el director se paró bajo el umbral de la puerta. La medimaga masculló acerca de medicinas que debían tomar, necesidad de descanso, y se retiró, cerrando las puertas dobles detrás de sí. Dumbledore esperó un momento, antes de acercarse al espacio en medio de ambas camillas—. ¿Cómo se encuentran?

Draco alzó el pulgar. A su lado, Snape bufó y apuntó el tobillo vendado. Detalles menores. Mientras le diesen su poción adormecedora, él se sentiría como si nada hubiese pasado.

—Le he pedido a Minerva que traslade al...señor Potter, y lo tendremos en el piso de abajo, para...tratarlo y solucionar su problema —El niño-que-vivió asintió al notar la mirada que le dirigía—. Ustedes dos han sido muy valientes —Entonces vio a Neville también, que boqueaba por aire y lucía incapaz de emitir un solo sonido comprensible frente al director.

Ahí se le ocurrió una idea.

—¿Puede ser Neville quien lo...solucione? —Pidió, tendiéndose sobre el colchón por completo, con un quejido exagerado—. Es que yo me estoy muriendo justo ahora-

Su padrino volvió a mirarlo mal. No le gustaba que dijese que estaba mal, no le gustaba que dijese que estaba bien. ¿Quién entendía a Severus Snape?

0—

—...nu- nunca he te- te- tenido una espada-

—No es difícil, sólo no la agarres por el lado que corta —Recordó Draco, con una sonrisa divertida. Neville hacía pucheros de nuevo, intentando equilibrar el peso de la espada entre sus manos.

Los dos profesores los observaban, Dumbledore estaba sentado a unos pasos. Draco hacía levitar el diario, abierto en páginas al azar, frente a su compañero.

—Puedes ver algo horrible cuando lo hagas —Añadió, cuando notó que hacía ademán de llevar a cabo el pedido. Neville lo miró con ojos enormes, asustadizos, y él estrechó los suyos, retándolo a negarse.

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