Investigaciones

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Neville Longbottom sencillamente tenía mala suerte. A Draco le quedó demostrado cuando, tras varias semanas de convencimiento para que lo acompañase al club de duelos —ya que Hermione y Ron sólo estaban de espectadores la mayor parte del tiempo—, vieron entrar a Snape, en lugar de la profesora A, para iniciar la sesión.

—Profesor —Draco levantó la voz sobre los débiles murmullos de conversación de sus compañeros, para decir lo que todos debían tener en la cabeza en ese momento—, ¿a dónde está nuestra instructora?

El mago estrechó los ojos en su dirección.

—La profesora se encuentra indispuesta en este momento, un resfrío. Se le pasará en unos dos o tres días.

—¿Suspenderemos las reuniones hasta entonces? —Inquirió Susan Bones, la representante de Hufflepuff seleccionada por la instructora.

Snape bufó.

—¿Suspenderlas? ¿Por qué? Quiero a los representantes de las Cuatro Casas aquí. Ahora.

Ante el siseo con que pronunció la última palabra, Susan se apresuró a acercarse. Potter dejó atrás a la fila de Slytherin de primero y segundo que lo acompañaba, para hacer lo mismo. Desde el grupo de Ravenclaw, junto a los escritorios puestos contra las paredes, salió Terry Boot.

Draco le dirigió una mirada de disculpa a Neville, que lo utilizaba como barrera entre él y Snape, y se unió al grupo de estudiantes que rodeaban a su padrino. El mago los detalló uno a uno, fijándose más tiempo del necesario en él, con lo que sólo podía interpretar como una advertencia de que se comportase como debía.

—¿Cuál es el programa que la profesora está aplicando en este momento?

—Los de tercero tenemos duelos de uno-a-uno —Recitó Susan, de inmediato—, excepto por los representantes. Estamos comenzando a incluir a los de primero y segundo, y la profesora A dijo que nosotros la ayudaríamos a guiarlos con los encantamientos básicos que ya manejamos, como los escudos y los hechizos para desarmar y aturdir.

Snape observó por un momento a la hilera de Slytherin. Draco podía entender por qué; los espectadores del club se agrupaban en las orillas del aula, lejos de los espacios libres destinados a las prácticas y la plataforma larga para los duelos, y a pesar de que las cuatro Casas participaban, sólo por esa ocasión, el número de Slytherin entre los de primero y segundo superaban incluso a los de Gryffindor.

Él no había tenido tanto tiempo que dedicar a hablarle a los niños de su Casa del club. Puso el aviso en la cartelera de la Sala Común, justo como sabía que Susan y Terry hicieron en las suyas, y dejó que la profesora les contase sobre la actividad extracurricular en sus clases.

O los Slytherin estaban dispuestos a ser más participativos (lo dudaba), o la profesora A habló con ellos, mostrándoles su preferencia (tampoco lo creía posible).

O Harry Potter lo había hecho.

Por la manera en que las dos hileras de niños entraron siguiéndolo y obedecieron cuando les pidió que se quedasen ahí, mientras hablaba con Snape, apostaba por lo último.

—Sigan con su cronograma —Aceptó el maestro, tras un largo silencio—. Duelos uno a uno; el derribado tres veces queda fuera, si se inmoviliza, queda afuera, y si se rinde, queda afuera. Encantamientos escudo para la mitad de los niños de primero y segundo, experilliarmus para la otra parte; cuando oigan la señal, cambien. Los supervisaré.

Con una floritura de varita, creó un reloj enorme que flotó por encima de sus cabezas, en el centro del aula. Supuso que este les daría la señal.

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