Invitaciones

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—Blaise, otra vez lo estás haciendo —Se cubrió la boca, fingiendo un bostezo, para disimular sus palabras, y codeó a su compañero con el brazo que tenía sobre la mesa, pluma en mano. El chico emitió un débil quejido.

—Lo siento.

A Draco le picaba la nariz por el aroma dulzón que impregnaba el aire, hasta que tomó una profunda respiración y se relajó en el asiento de al lado.

—¿El Matalobos te ayudará a controlar...eso también?

Blaise se inclinaba hacia adelante, el codo apoyado en la mesa, el rostro recargado en la palma. Casualmente, también se cubría la boca con las puntas de los dedos, para contestarle.

—No exactamente —Draco arqueó una ceja—. Se pasará solo, es como- natural, entre los catorce y quince. Y luego voy a estar así, a veces, cerca de la luna llena, creo. Para ti, siempre olerá muy fuerte, no debe gustarte, ese es el punto, pero para otras personas, en especial otro lobo...

Draco frunció la nariz, sin pensar.

—Es un aroma insoportable, Blaise.

No entendió por qué le dio risa. Cuando estaba por preguntarle, otra voz lo distrajo, y giró la cabeza para buscarlo.

Potter andaba por la biblioteca, un sábado por la mañana. Era un evento histórico dentro del colegio de magia y hechicería de Hogwarts. Por supuesto que tenía sus motivos; acompañaba a Nott, hacían levitar una tanda de libros detrás de ambos, y por la manera en que murmuraban, era más que obvio que planeaban algo, la verdadera pregunta era un qué.

A Draco se le olvidaba que se suponía que estaba completando su tarea de Aritmancia, una compleja tabla de símbolos y números a los que no podía hallar relación entre sí, cuando lo que le interesaban era unos bonitos ojos verdes y una voz suave que se perdían entre los estantes.

—Deberías invitarlo.

Parpadeó para enfocarse en el asiento contrario al suyo, del otro lado de la mesa. Hermione tenía los ojos puestos en el libro de Encantamientos entre sus manos, pero se dirigía a él; no tenía dudas al respecto, porque al fijarse en su amiga, esta enseñó una débil sonrisa.

Hermione cerró el libro, lo dejó sobre la mesa y flexionó los brazos, apoyándose en esta e inclinándose más hacia adelante.

—Deberías invitarlo —Repitió, divertida, como si pensase que él no la había oído a la primera. Draco parpadeaba, de nuevo—. A Potter, Draco. Deberías invitar a Potter al Baile de Yule.

Boqueó de una manera poco digna y arrugó el entrecejo.

—¿Qué? —No le gustó el tono agudo con que le salió la pregunta. Era obvio que Hermione intentaba ser buena amiga y no reírse, pero no le estaba dejando la tarea fácil.

—Bueno, tú- ya sabes, siempre has sido un poco diferente alrededor de Potter. Si quisieras invitarlo, sólo debes hacerlo; los Campeones abren el baile, seguro le gusta la atención extra —Bromeó, ensanchando su sonrisa—. Y yo creo que tú podrías gustarle también.

La respiración se le atascó. Empezó a sacudir la cabeza, pero las palabras se demoraron unos instantes más en hacer acto de presencia.

—Hers, estás un poco confundida, es- yo sólo-

—Hueles a nervios —Blaise se reclinó en el respaldar del asiento, conteniendo la risa—. ¿Potter te pone nervioso? ¿O saber que sabemos de Potter?

Draco le dirigió tal mirada asesina que alguien más se habría amedrentado. Incluso Hermione vaciló un poco, preocupada de haber dicho algo incorrecto, hasta que vio que el chico de Durmstrang se echaba a reír.

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