°•|Capítulo 20|•°

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La cama sonaba una, otra y otra vez sin descanso, el chirrido se expandía por toda la longitud de la habitación, mientras era manchada de unos gemidos sordos y gruñidos roncos

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La cama sonaba una, otra y otra vez sin descanso, el chirrido se expandía por toda la longitud de la habitación, mientras era manchada de unos gemidos sordos y gruñidos roncos.

La espalda del chico se pintaba de un rojo carmesí, pues los nudillos del otro, el cual yacía debajo suyo, se clavaban sin piedad sobre su perfecta piel.

Las embestidas mantenían atacando sin vulnerabilidad el punto dulce de un muy agitado chico de cabellos rubios.

—Mierda~… estás más estrecho que una pared —soltó entre gruñidos roncos, enterrando aún más su hombría en los interiores de su querido bebé.

Mas el rubio no podía decir nada más que gemidos, palabras incoherentes y dejar mordidas por toda la extensión del brazo de su novio.

Estaban teniendo una de las tantas rondas de sexo mañanero, deleitándose con lo placentero que era follar con ganas y una necesidad tremenda de poseerse mutuamente.

De sentir cómo se hacían uno solo.

JaeBum volteó con rapidez a YoungJae, manteniendo aquel constante ritmo de vaivenes que le daban la oportunidad de meter y sacar, una y otra vez, su hombría en el interior de su chico.

El rubio no podía más, sentía como las estrellas se apoderaban de su visión, sentía como entraba al paraíso mientras su punto dulce era violado con fervor.

—Oh, Bumie~

—Hazlo, bebé, hazlo para Bumie —respondió, pues con sólo esas palabras él ya sabía que su YoungJae ya estaba por llegar al…

Entonces ocurrió, YoungJae se descargó de todo aquello que estuvo conteniendo, todo aquel líquido que su hombría ya no podía mantener dentro fue expulsado hacia el exterior.

Fue ahí cuando JaeBum supo que su querido bebé se había corrido, y como ya no pudo más con la escena que lo encendió de nuevo, se liberó en los adentros del chico.

Ambos estaban agitados y cubiertos por una gran manta de sudor, estaban tan agotados por la simple y sencilla razón de que todas sus energías las habían derrochado en su relación sexual.

El pelinegro salió con delicadeza del rubio, mientras se acostaba a un lado suyo y les cubría con las sábanas.

Atrajo a su novio entre sus fuertes brazos, besando la sudorosa frente del rubio y sonriendo por la parsimoniosa convivencia.

—Te amo, Jae.

—También te amo, Bumie.

Sonrieron al mismo tiempo, mientras el sonido de la puerta abriéndose les sacó de la burbuja amorosa.

—¡JaeBum, hijo! ¡Tengo buenas… noticias! —habló la madre del pelinegro, encontrándose con la bochornosa escena que le hizo sonrojar al rubio.

—Madre, por Dios, usted misma me ha enseñado a tocar. ¿Qué tal si hubiera estado masturbándome? ¿O lo que ocurrió hace muy poco? —preguntó con cierto grado de diversión, pues el rostro de su madre estaba de sacarle una foto.

Y la mujer sólo se quedó con los ojos bien abiertos, dándose cuenta que había encontrado tanto a su hijo, como a su yerno con las manos en la masa.

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°•|¿Y si me besas?|•°Donde viven las historias. Descúbrelo ahora