°•|Capítulo 23|•°

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—¡Por favoooooooooor~! —sostenía las manos de la contraria, mientras le regalaba una suplicante mirada

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—¡Por favoooooooooor~! —sostenía las manos de la contraria, mientras le regalaba una suplicante mirada.

—¿Cómo podría decirte que no con esos ojitos? —comentó divertida, mientras era asfixiada por el gran abrazo de oso que le dió su amiga.

—¡Muchas, muchas, muchas gracias! —sonreía en gran manera, permaneciendo ansiosa por querer ir a reunirse con su Romeo.

En cuanto el abrazo dio su fin, la chica que había pedido con súplica el favor había desaparecido por aquella puerta del salón.

La otra chica sólo se limitaba a verle con una sonrisa ladina, se apoyaba en el marco de la puerta hasta que la joven dobló por el pasillo.

—Vaya que siempre estaré cubriendo sus turnos —soltó divertida, mientas se ponía manos a la obra para dejar como nuevo aquel salón.

Suponía que no habría nadie más que ella, puesto que el sol empezaba a desaparecer poco a poco. Sólo esperaba que llegara su novio y le hiciera compañía, pues realmente era aburrido pasarla solo en tiempo de limpieza.

Trapeaba el piso con cierto grado de aburrimiento, empezando a arrepentirse por haber dejado ir a su tierna amiga.

¿Pero qué podría hacer? Cuando su amiga hacía esos gestos, le era difícil poder negarse ante ello, pues aquellos gestos eran tan tiernos que hacían que te derritieses de amor.

Suspiró, moviendo de aquí hacia allá los pupitres que yacían en el salón, creando así un espacio para poder tener una mejor manera de limpiar.

Lo muy extraño era que había un silencio descomunal, lo que le hacía pensar que algo no andaría bien.

Cuando sucedió.

El seguro de la puerta se dio a notar, haciendo que ella soltara el objeto que poseían sus manos al momento que una muy brusca le tomara del brazo, sintiendo cómo su espalda era estrellada contra la pared.

Gimió de dolor, pues aquel atrevimiento había sido tal que logró hacerle tronar los huesos de su columna vertebral.

Su anatomía se vio acorralada, su respiración se descontroló al momento que sus ojos notaron la presencia de aquel ser.

—¡Suéltame, maldito idiota! —gritó lo más que pudo, teniendo la esperanza de que alguien pudiese escucharle.

—No, no. Esta es mi oportunidad para al fin poder poseerte sin que ése imbécil de novio que tienes me lo impida —hablaba en el mismo instante que se acercaba al rostro de la contraria.

—¡Las cámaras tendrán evidencia de esto, y el imbécil eres tú, no él! —intentó huir, pero a como ya era previsto no pudo, por sólo el simple hecho de que la fuerza del chico era mayor que la suya.

—¿Hablas de esa? —señaló la cámara, que yacía a un rincón del salón, con su nudillo índice—. Querida, no soy tan estúpido como para ponerme a prueba yo mismo.

—¡Hijo de…! —su maldecir acalló, gracias al estruendoso golpe que su abdomen recibió, siendo causante de que su aire se le escapara.

—Las palabras para después, la acción viene ahora.

El chico, aprovechando la situación, empezó a pegar más su cuerpo contra el de la chica, deleitándose al frotarse contra ésta. Su víctima fue su cuello, donde empezó a dejar violentos chupetones y mordidas que hacían que la piel de la chica ardiera.

Ésta misma quiso poner resistencia, pero aquel golpe bajo enserio que le había robado todo el aire que sus pulmones pudiesen almacenar.

El joven se estaba aprovechando, vaya que sí, lamía aquel cuello como si fuese una paleta dulce. De ahí, pasó a bajar sus acciones hasta llegar al centro del pecho de la chica, empezando a quitar con fiereza los botones de su blusa.

La chica maldijo e intentó golpear su hombría en cuanto recuperó un poco su aliento, intento fallido puesto que el chico fue más ágil y atrapó ambas de sus piernas con las suyas mismas.

—¡Estúpida! —abofeteó su rostro, ejerciendo más fuerza al apretarse contra ella—. Estaba siendo sutil, pero ahora la sutileza quedará de lado gracias a tu estupidez.

Aproximó su rostro para darle un beso violento a la chica, mientras ésta lo evitó a toda costa. Se estaba resistiendo, apartaba el rostro para lograr su objetivo, el cual era no ser besada por ése.

Lo que ella no sabía era que con hacer eso, enfurecía aún más al chico, quien gruñó ante sus acciones y corrió a enterrar sus grandes manos a su trasero. La chica dió un gran sobresalto, y fue ahí donde el chico lo usó a su favor, pues aferrando sus manos en el culo de la joven, la pegó más a su zona íntima.

—¡Suéltame pedazo de escoria! —la chica gritaba, combinando la rabia con el miedo, pues aunque ella fuese fuerte, su lado de temor interior estaba siendo afectado.

—¡Qué no! —empujaba sus manos, mientras con el acto simulaba embestidas y creaba vaivenes. Hasta ese punto la joven estaba llorando, intentando de la mejor manera posible salir de aquella situación. Pero todo era en vano.

El chico pegaba su pelvis a la de ella con violencia, causando en ella asco y molestia, impotencia y miedo. Quería que su novio llegara y le salvara de aquello, pero ahora sus esperanzas estaban siendo atacadas por los bruscos y violentos movimientos que hacía el contrario.

Quiso besarla una vez más, pero como vio que no podía, entonces jugó sucio. Dejó de hacer aquellos movimientos obscenos y corrió a enterrar sus manos en los senos de la chica, causando que ella abriera su boca para gritar ya que apretó en esa zona que no debía tocar.

Él se aprovechó de eso y la besó, metió su lengua hasta ensuciar la de ella. Suponía que ella iba a morderlo, por lo que tomó ambas mejillas femeninas, impidiéndole así cualquier movimiento.

La joven lloraba por miedo, lloraba porque no se sentía capaz de protegerse en ese instante, lloraba porque estaba a punto de ser violada sin piedad.

El beso duró mucho para su desgracia, se sentía sucia y manoseada… ¿Cómo vería a su novio luego de eso?

El chico dejó en paz sus labios, tomó con imponencia su cuerpo y lo estampó contra el escritorio, ya veía que era el momento de empezar su acción.

—¡Estás cavando tu propia tumba, desgraciado! —gritó con la poca fuerza, viéndose terriblemente mal. Pues su blusa estaba a pocos botones de ser sujeta, su falda estaba un poco levantada, sus cabellos estaban alborotados y el labial de sus labios se había corrido hasta su barbilla. Anexando que la sangre de sus belfos había manchado ciertas partes de su cuerpo y rostro.

El chico solamente sonrió, viéndose malicioso.

—Nena, déjame decirte que no le tengo miedo a JungKook —carcajeó cuando notó el miedo en aquellos ojos de la fémina.

—Nena, déjame decirte que no le tengo miedo a JungKook —carcajeó cuando notó el miedo en aquellos ojos de la fémina

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