Park JiMin
Jeon T/N
"No puedo creer cómo es que ella es su novia..."
"¿Será amor por conveniencia?"
"Seguro Park le da maltrato"
"Cállense, aquí viene el bravucón"
Comentarios como esos y más rondaban por toda la universidad de Hanyang, y era de esp...
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—Daría hasta un riiiñón mío por ttrí, mi vihipda —se escuchó la voz de un embriagado rubio, quien era llevado escaleras arriba por su mujer que se mostraba divertida pero al mismo tiempo preocupada por lo pesado que era su esposo, pues el brazo que le había rodeado ambos hombros no era el apoyo suficiente para llevarlo ella sola hasta su habitación.
—Si lo harías morirías, Minnie —respondió con aire divertido pero de cierto modo serio, como dando a entender que el asunto era delicado pero también risible puesto que la manera en que JiMin lo decía provocaba la diversión segura.
Él la observó con una exagerada indignación, elevó ambas de sus cejas al instante en que sus orbes se agrandaron ante la repentina sorpresa que lo carcomía en efecto a su embriaguez. Se apartó con brusquedad de los brazos femeninos ganándose un tambaleo peligroso que le provocó un vuelco de susto mayor a T/N, pues lo que más temía era que JiMin cayera escaleras abajo rodando cual albóndiga sobre todos esos escalones subidos.
—No provoques esos movimientos bruscos, te vas a caer —dijo con firmeza pero también un temor palpable a simple vista, rehaciendo sus intentos de querer sujetarlo para evitar un accidente visible.
—Sí —afirmó, asintiendo reiteradas veces con una línea tierna en sus belfos—, tienes razón, me puedo caer ante tus encantos, bebé —el hipido final rompió toda esperanza de que alguna pizca de sobriedad emane de su anatomía completa. Lo cierto es que la embriaguez palpable mató aquella esperanza desde que se dio la competencia de baile entre los amigos.
T/N rodó los ojos sonriendo ladina por lo que dijo su esposo, y es que ni estando borracho dejaba de ser un amor tan tierno como un conejito de escasos meses de vida.
—Ven, galán, vamos a dormir —comenzó retomando su objetivo de querer llevar al rubio hasta su habitación. Entre tanto esfuerzo y frases absurdas que cargaban cierto aire de romanticismo, la pareja logró llegar hasta la habitación que compartían. Donde una peli-ceniza suspiró con alivio por haber logrado su cometido y un rubio sonrió con picardía al percatarse a qué puerta le daban frente.
—Haayyy quweee hcacerrrr alggo diverttido, ¿nocres? —comentó, al parecer, al aire ya que sin previo aviso giró hasta escabullirse de los brazos de su chica hasta rodearla y atraparla entre la puerta de su habitación y su estrecha anatomía.
Y vamos, el hecho de que JiMin estuviese perdido en alcohol no quería decir que su calentura con la simple acción de admirar a su mujer no le prendiera hasta el punto de cargar con las llamas del infierno sobre sus hombros. Los destellos del brillo lujurioso en los orbes del chico, de una u otra manera, lograron consumir todo el color de los orbes femeninos.
Pues T/N había entrado en una batalla mental con sólo el contacto ocular entre ambos, y es que, por más que ella fuese la menos caliente de la relación, JiMin lograba ponerla en todos los sentidos. Su sexo lo confirmaba, la humedad en éste lo confirmaba. Pero había un problema involucrado, un detalle que le hacía despertar de su burbuja de excitación, y ese es que su esposo estaba borracho.