Capítulo 1

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Érase una vez...

Era el año... bueno, eso no importa ahora, pero yo estaba a punto de cumplir los 16 años. Mis padres me habían educado hasta donde habían podido y había aprendido de mi madre el oficio de enfermera.

Al principio creí que sólo se trataría de un trabajo y que cuando me casaran, entonces me dedicaría a los quehaceres de mi casa y a mis hijos. Por supuesto que conocer a quien sería mi esposo me inquietaba, sobre todo porque había leído a escondidas, unos libros de una tía solterona que tenía y hablaban del amor entre un hombre y una mujer y en ese momento, yo no tenía idea de cómo se sentía y si alguna vez podría experimentarlo.

Un día en el que había discutido con mi madre porque me había quedado dormida por haber trasnochado leyendo uno de esos libros, llegué al hospital y me puse mi uniforme entre corridas y apuros, unos soldados habían llegado luego de una feroz batalla y necesitaban de nuestra atención.

La jefa de enfermeras me gritó por haber llegado tarde y me ordenó que curara las heridas de un soldado que acababa de llegar.

Inspiré hondo y corrí la cortina que separaba su cama de las otras, me desagradaba ver tanta sangre, aunque me habían asegurado que pronto me acostumbraría y podría sobreponerme a la impresión.

Vi al pobre soldado recostado, sus ojos cerrados. Parecía sereno y hasta me pregunté si no estaría muerto, porque no se movía y tampoco se quejaba, cosa que era bastante poco común de ver.

Me acerqué con cuidado, no era de hablar mucho con los pacientes, pero cuando él me escuchó, abrió los ojos y me miró. Su mirada era cristalina, y a pesar del estado en que se encontraba, bastante sucio y herido, sus ojos eran francos y sinceros, azules como el cielo y me recorrieron antes de que ninguno de los dos dijera una palabra...

-       Soldado...- le dije en voz baja- vengo a curar sus heridas...

-       Gracias...- dijo él y esbozó una pequeña sonrisa.

Me acerqué más y desabotoné su chaqueta y su camisa. Tenía una herida de bala del lado izquierdo de su tórax, hacia su cintura, así que tomé un poco de algodón y desinfectante y lo limpié. Sentí sus ojos observándome y otra vez, el silencio. Estaba acostumbrada a los quejidos y los gritos, pero no era el caso.

No pude evitar mirarlo y sus ojos se perdieron en los míos.

-       Eres un ángel...- me dijo en voz baja y yo le sonreí, no para seducirlo, el Señor sabe que en ese momento no tenía idea de cómo era todo eso, sino como agradecimiento, sentía que alguien reconocía el trabajo que yo hacía...

-       Esto... le molestará un poco...- dije sin dejar sus ojos y con cuidado, usando unas pinzas, extraje la bala que, por suerte no había llegado tan hondo.

-       Gracias...- volvió a repetir él y no dejó de mirarme mientras yo terminaba de hacer mi trabajo.

Limpié bien y vendé su herida con extremo cuidado y luego limpié un par de heridas superficiales que tenía. La última fue en su cara, un corte sobre su ceja derecha.

Me incliné sobre él para observar lo que hacía y lo vi cerrar los ojos. Me sentí un poco sola, de alguna manera acostumbrada a esos ojos expresivos. Pero él los abrió al poco rato y me miró de cerca.

-       ¿Puedo pedirte un favor? - me preguntó y cuando nuestros ojos volvieron a encontrarse, lo sentí incomodarse un poco.

-       Dígame...- le contesté con algo de curiosidad.

-       Afuera está mi compañero de armas, su nombre es Tevfik... por favor dile que le avise a mi madre que estoy bien... mi nombre es Cevdet...

Érase una vez...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora