│Aᴅʀɪᴇɴ Aɢʀᴇsᴛᴇ│
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Bᴀɪʟᴀ... ꜱɪɴ ᴅᴇꜱᴄᴀɴꜱᴏ.
Uɴ ɢɪʀᴏ, ᴘᴀʀᴀᴅᴀ, ꜱᴀʟᴛᴏ...
Se tropezaba una y otra vez, se levantaba otras tantas, y volvía a retomar el ritmo. Lo que ella no sabía era que lo que estaba haciendo, no era bailar... era viv...
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¿Cómo era el final que esperaba tener Brielle?
Realmente no tenía alguno en mente, en el momento de pedir el deseo solo pensaba en la vida de sus seres queridos, las dos personas que quería ver felices en ese momento, las únicas que le importó y que vio que con ellos todo iba a ser diferente.
Entonces no pensó en su futuro, no sabía lo que le esperaba en esa nueva vida, pero lo que fuera iba a sobrevivir a cualquier obstáculo, no iba a dar marcha atrás.
A pesar de todo.
La historia era conocida, como los dos adolescentes encontraron en sus habitaciones esas dos joyas que les otorgaron poderes y se convirtieron en los famosos héroes de París. Quizá lo único similar en la historia comparada a la anterior.
Todos vivían una vida ideal, tranquila cuando después de los tormentos que pasaba por París, se detuvieron y ganaron, claro aún quedaban peligros allá afuera, pero una nueva generación de héroes se encargaba de los nuevos peligros.
Pero los héroes estaban pasando por la misma rutina, tener que mentir a sus familias sobre su paradero, escaparse de clases en cuanto les era posible y estaban atrapados en un dilema amoroso.
Cuando la lucha terminó, los tres elegidos para portar un Miraculous volvieron a sus respectivos hogares, uno estaba tarde para una clase importante y sabía que iba a llegar tarde y ser regañado.
El nuevo portador del Miraculous del gato.
La portadora del Miraculous de la mariquita se había adelantado a los hechos y estaba cerca de llegar a su clase importante. Se asustó al ver varias llamadas perdidas de su hermano mayor, la estaba buscando como siempre que desaparece.
El portador del Miraculous de la Mariposa, no tenía preocupaciones, estaba a tiempo fuera de la cafetería en que su mejor amigo vive en el segundo piso, solo saludó desde afuera a la madre del chico que estaba atendiendo, era una mujer muy agradable.
Su amigo salió tarde como acostumbraba, rodó los ojos al verlo mal vestido, rápidamente lo ayudó acomodando su camisa y le regañó por quedarse dormido.
No tenían tiempo para discutir, corrieron apurados hacia el Colegio Françoise Dupont. Llegaron tarde a la clase, y uno de los chicos ocultándose entró a los vestidores para cambiarse de prisa de ropa, mientras que su amigo iba hacia las escaleras para ver a todos practicar.
Logrando cambiarse con prisa, el muchacho salió de los vestidores uniéndose al resto, se sintió aliviado de que su maestro no lo viera, pero si otra persona lo vio.
