🌕Capítulo 21: Esa tarde (parte 1)

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1982

Matías

Cuando abrí los ojos, estaba acostado en una camilla en el hospital después de desmayarme en medio de la lluvia. Mi tía Margaret estaba sentada en un sillón al lado mío y cuando se dio cuenta que desperté, me preguntó cómo me sentía.

—¿Dónde están mis papás? — alterado, le pregunté ignorando lo que me dijo.

Ella sólo acarició mi mejilla y me abrazó. Los recuerdos del recital, la lluvia, el accidente, la explosión del coche y el rayo llegaron rápidamente a mi mente y supe que todo había sido real. Lágrimas empezaron a caer sobre mi rostro mientras decía en mi mente: no puede ser, ellos no... ¡Es una mentira! ¡Ellos no pudieron haber muerto!

Pero era cierto, ellos estaban muertos. Fue la primera vez que pude experimentar perder seres queridos tan importantes para mí de un día para otro.

Estuve en el hospital sólo dos días, ya que no tenía ninguna lesión, golpe o rasguño en alguna parte de mi cuerpo. Me hicieron estudios y todo estaba bien, es como si no hubiera estado en ese accidente tan trágico como el que tuve con mis padres. Los médicos llamaron a esto un milagro. Aunque yo no estaba muy seguro de eso.

Después del funeral de mis padres, Jack quiso hacerse cargo de mí. Sin embargo, mi tía Margaret le dijo que se enfocara en sus estudios y en terminar su carrera. Ella era la hermana de mi mamá y siempre nos consideró como sus hijos, por lo que hacerse cargo de mí no era un problema para ella.

Mi tía vivía en un departamento sola en otra ciudad, por lo que se mudó a la casa de mis padres para cuidar de mí, sin ningún contratiempo. Ella trataba de hacerme sentir como en casa de todas las formas posibles, pero el dolor en mi pecho y la pérdida estaban presentes todo el tiempo. No quería hacer nada, no encontraba la forma de volver a sonreír y el solo recordar la sonrisa de mi mamá y las tardes que pasaba tiempo con mi papá, provocaba que llorara en silencio.

Lo que me pasaba lo veía como una broma de mal gusto porque ingenuamente creía que todo esto era una pesadilla, que despertaría y ellos todavía estarían conmigo. Obviamente eso jamás ocurrió.

Pasó un mes y algo dentro de mí, empezó a cambiar.

Desde el atardecer y toda la noche me sentía frustrado, incómodo y demasiado enojado. Tanto que no quería que nadie me hablara. Me sentía de la chingada al punto de querer gritar. Trataba de disimularlo, sin embargo, por cualquier cosa que me decía mi tía, Jack (ya que sus visitas eran más frecuentes) o mis amigos, yo sólo explotaba. No importaba si sólo era para preguntarme si quería helado de fresa o si quería ver la televisión, era grosero con ellos. Les decía cosas hirientes y después de eso, me encerraba en mi habitación o me alejaba de ellos.

En el día me sentía mal por ello, pedía disculpas, estaba triste y sin ánimo para querer divertirme. No obstante, volvía a estar de mal humor en las noches. Todo era un círculo vicioso que no podía parar y que cada momento empeoraba más. Todos pensaban que era una reacción normal debido al accidente y la muerte de mis padres, pero yo sabía que no era así. Había veces...que ya ni siquiera yo me reconocía.

—¿Vas a dormirte tarde hoy, Matty? — mi tía con dulzura me hizo esa pregunta.

Eso inexplicablemente me enfureció.

—Si así fuera ¿qué! — puse los ojos en blanco.

—Hey, no le contestes así— me regañó mi hermano quien estaba de visita.

Me dieron ganas de destruir algo. De mi boca salieron cosas sin sentido que no recuerdo, porque todo se volvió borroso en mi mente. Sólo sé que cuando volví en sí, después de mi arranque de ira, mi hermano estaba enfrente de mí, protegiendo a mi tía mientras ambos me veían aterrados.

— Jack...—los miré preocupado. —¿Qué les pasa? —observé a mi alrededor, y abrí mis ojos por la sorpresa de ver toda la sala destruida, los sillones tirados, la televisión rota y los focos fundidos.

Cuando estuvieron más calmados, me contaron que fui yo quien hizo todo eso, pero cuando lo hice, mi cara cambió de una forma espantosa, tanto que creyeron ver al mismísimo diablo en mi rostro.

Ante esto, acepté por voluntad propia ir con un sacerdote a que me hiciera un exorcismo. Era un niño solamente y el creer que tal vez estaba poseído me aterraba, no quería hacerle daño a mi familia ni a nadie más.

Fuimos a la iglesia una noche de Luna Llena. El padre empezó a recitar las palabras del señor y me arrojó agua bendita, pero nada pasó. No me dolió nada, no me quemé ni sentí algo dentro de mí que me susurraba o tomaba control de mi cuerpo.

Recuerdo que el sacerdote le dijo a mi tía y mi hermano que estaban locos y que era malo mentir con algo tan delicado, que yo estaba bien y que dejaran de hacerse ideas incoherentes. Aun así, fuimos con otro sacerdote y pasó lo mismo.

Así que mi tía quiso intentar con la ciencia.

Me llevó a un psicólogo quien dijo que no sufría algún tipo de esquizofrenia o algo parecido, que mentalmente me encontraba sano, sólo que estaba enfrentando mi duelo a mi manera. Lo bueno de esto, es que me ayudó a canalizar mi dolor y me enseñó a controlar mis emociones, pero eso fue todo.

Fui al doctor y me hicieron estudios de todo tipo y los resultados de mis análisis decían que estaba en perfectas condiciones.

Todos los especialistas decían que estaba bien, pero NO ESTABA BIEN.

Seguía enojándome sin razón, con ganas de destruir, pelear con alguien e incluso... matar. Lo extraño es que sólo me pasaba en las noches y por momentos, ya que luego desaparecían esas sensaciones y pensamientos.

—Eres parte de nuestra familia— me había dicho mi hermano una vez. — No te llevaremos a un lugar donde te torturen y te conviertas en su conejillo de indias.

Mi tía estuvo de acuerdo y me dijo que tal vez mi enfermedad todavía no había sido descubierta y hasta que eso pasara, debía tratar de controlarla. Incluso mencionó que era una señal de Dios para que fuera más fuerte.

Había veces que tenían miedo de mí. Lo sé, lo veía en sus ojos. Sin embargo, jamás me dejaron y me apoyaron a sobrellevar esto. Realmente me amaban y se preocupaban por mí.

Poco a poco mis cambios de humor dejaron de ser frecuentes y volví a ser "yo". Sólo me pasaban esos momentos en la noche de Luna Llena o cuando estaba enojado o alterado, pero todo de noche. Jamás en el día.

Es por eso que cada vez que había Luna Llena me escondía en el sótano para que así, no llegara a destruir algo y no lastimara a mi tía o mi hermano cuando nos visitaba. Poco a poco llevé a cabo varios métodos de relajación para no explotar de ira en la noche.

Fue así que pasé tres años con ese secreto, manteniendo un bajo perfil y tratando de no enojarme especialmente en las noches. Aunque eso no impidió que algunas veces, cuando estaba en la escuela o en la calle de noche, perdiera el control de mis emociones.

Yo no recuerdo que pasaba, pero sé que lo hice y las personas me lo confirmaban, porque decían que había a veces que rayos inexplicables caían en la ciudad sin que hubiera lluvia, la electricidad se iba y los focos se fundían de la nada provocando pánico. Tanto que se creía que había fantasmas, una maldición o algo parecido en la ciudad.

Sabía que lo de la electricidad lo provocaba yo. No sé cómo lo hacía, pero dentro de mí, sabía que era yo quien hacía eso.

Entonces, esa tarde llegó.

***

Primera parte :) mañana subo la segunda.

Gracias por leer.

Mi Novio Es Un Brujo (Warlock) /Gay ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora