Sus ojos

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Para mí desde el principio, sus ojos son de color azabaches: intensos, profundos y brillantes. Resguardados por unas pestañas envidiables y enmarcada por cejas poblabas. Primero me tropecé y caí, sin duda y sonriente, ante su mirada tímida, penosa, aquella que no lograba sostener la mía; después abracé a la simpática, a la cariñosa, la que nadaba en un mar de lágrimas que yo deseaba detener y sellar de por vida, la interrogante que no entendía porque yo hacía lo que hacía y todas me daban la bienvenida como si les gustara mi compañía. Y después todo cambió, aunque volvió la tímida, era intuitiva, sabía que estaba a una mirada de conocer mi mayor secreto; conocí entonces a la absorbente, la atrayente, la que grita que me calle (y medita como hacerme callar) o que la hable (que le dé de inmediato la respuesta a todas y cada una de sus preguntas), la que me insinúa que el infierno va arde (aunque sabe que no me importa), consciente que to gustosa la acompañaré. Me persigue la culpable, la que suplica y necesita que la perdone, eso que es opaca y carente de calidez, la que en ocasiones se vuelve distante y fría. Conservo la que me da las gracias en silencio, por cosas a las que yo no lo veo el sentido, sin embargo me dejo abrazar por ella; sí posee la capacidad de tocarme y abrazarme sin llegar a tocarme. Entonces me quedo con su mirada en la penumbra, esa que tiene luz propia, aquella que me somete a toda clase de placeres ancestrales, la que no se disculpa, la que exige, la que domina, la que sonríe triunfante cuando obtiene de mí exactamente lo que quiere y más...

En la memoria de mis sentimientosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora