Y pensar que me había enamorado de sus piernas hasta que tuve la oportunidad de ver su espalda. Ese magnífico mapa lleno de secretos, donde me pierdo y no deseo encontrar la salida. Su temperatura tibia tiende a calentarse con rapidez mientras mis manos la recorren, aceptan que desate nudos, no le importa si utilizo un poco de fuerza y presión; mi parte favorita es cuando empieza a hervir, cuando los temblores son mi premio por mi excelente y minucioso trabajo. No hablemos los sonidos que aplauden un afortunado recorrido, esas exhalaciones con un contorneo hermoso que, para mí, se asemeja al baile sensual de una víbora antes de tacar a su presa. Su textura suave pero firme nunca le pondrá ganar a su sabor ¡Maldita sea! Es algo de otro mundo, es adictivo y embriagador (le ganó al sabor de su boca) y aunque existe en su cuerpo un sabor aún más exquisito yo moriría feliz si tan solo me permitiera tener su espalda. He dejado huellas imborrables pero invisibles en ella, la he impregnado de mi olor y no sabes la satisfacción que aquel simple gesto significó para mí. He tratado de memorizar cada una de sus marcas que para cualquiera pueden pasar por pecas, soy consciente que algunas les pertenecen mientras otras permanecen ahí olvidadas. No es que nunca he deseado dejar mi marca, yo prefiero dejar huellas, así sean invisibles; deseo hacer cosas nuevas que la llevan a la desinhibición de su mente y a la liberación de su cuerpo en un acto de confianza que jamás traicionaré, guardando el secreto (ahora expuesto) de mi fascinación por esa parte de su cuerpo.
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En la memoria de mis sentimientos
NouvellesEntonces sucedió lo que nunca me di el permiso de imaginar y se sintió como saltar a un abismo sin paracaídas y vistiendo mi mejor sonrisa