Fui la maestra de huir de ti, veintidós mil veces, cada una con más intensidad hasta que te acostumbraste a mis escapadas sin sentido aparente y carentes de lógica colectiva. Entonces hoy, un día después del comienzo de nuestra historia, cuando la lluvia ya cesó, cuando el frío arropa mis huesos, el insomnio me grita que algo te pasa y mi dignidad enfurecida repite como me tiraste la puerta a la cara; entendí que pude huir pero nunca de lo que sentía por ti. Me lo llevaba siempre abrazado a mi pecho, ocultándolo del mundo y de ti, en otro intento fallido para que no fuera herido sin darme cuenta que tanta protección fue asfixiante, tanto que cuando encontró la manera de ser libre lo dio todo sin medir consecuencias y me tocó ir recogiendo los fragmentos de su ser –mi alma- pensado en como carajos detenerlo. Me quedé afónica de tanto gritarle que se detuviera por un momento, me volé las uñas al rasgar su espalda tratando de retenerlo a mi lado, me quedaron marcas que no han empezado a cicatrizar de todas las veces que me caí y me arrastré para hacerle entender aquello que un año después de nuestro primer encuentro es que logra ver y vuelve a mí tan herido y tan estropeado, que respiro a través de suspiros para reservar mis fuerzas en la nueva reconstrucción a base de fuerza de voluntad mientras con lágrimas en sus ojos me observa y sin hablar entiendo el mensaje: aun desea que seas feliz, aun te ama pero asimiló –por fin- que no vas a cambiar tu elección... durante un espasmo de dolor a media noche me grita que nos necesitas y yo le susurro al oído, le digo que tenemos que esperar, le recuerdo que no podemos pelear tus batallas y con dolor en mi voz le enfatizo que toqué tu puerta y me mandaste a volar.
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En la memoria de mis sentimientos
Historia CortaEntonces sucedió lo que nunca me di el permiso de imaginar y se sintió como saltar a un abismo sin paracaídas y vistiendo mi mejor sonrisa