19. Sola.

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Keep the streets empty— Fever Ray


Eva



Una claridad ilumina mi rostro provocando que frunza el ceño con irritación, me giro sobre mi costado para que la luz me dé en la espalda y pueda seguir durmiendo, sin embargo me incorporo de un tirón al recordar lo de ayer.

Inspecciono toda la habitación dándome cuenta que es la de Christopher pero de él no hay ningún rastro.

Me quito de encima las sábanas y salgo de la habitación. Voy a la cocina pero tampoco lo veo allí.

Es extraño.

—¡Christopher! —lo llamo esperando que su voz me responda pero no sucede nada.

Al final decido sentarme con pereza en el sofá y aprovechando que al lado está el teléfono tomo este y marco a su trabajo.

¿Por qué me habrá dejado?

Él era el más paranoico en eso de que no me quedara sola en ningún lugar, no tiene sentido que me haya dejado sin decir una palabra. Debió haber pasado algo urgente como para que eso sucediera.

Aún no entiendo ni lo que sucedió anoche, sinceramente no quise ver la escena de los cuerpos, pero después de ver esa foto fue algo que no pude eludir.

No quiero indagar en la respuesta de lo que mis ojos vieron, ya tengo mucho con el que Ellis se haya ido sin siquiera despedirse.

Nuestra familia era un completo desastre desde antes de que naciera pero ahora ya no queda nada. 

Sólo tengo a Chris, y es a lo único que quiero aferrarme.

—Buenas tardes, oficina de Carl Piper ¿en qué le puedo ayudar? —quito el teléfono de mi oreja con el ceño fruncido, ¿éste no es el número para la oficina de Chris? ¿Por qué me dio este número? Vuelvo a colocar el teléfono en mi oreja y escucho la voz irritada de la secretaria.

—Hola, lo siento, necesito comunicarme urgentemente con Christopher Duncan ¿sabe de quién hablo?

—Claro, pero lastimosamente por el momento el señor Christopher no se encuentra recibiendo llamadas —responde.

—Podría decirle que es su hermana y que es urgente —la verdad no es tan urgente. Yo más que nadie sé que hay una razón grande como para que me haya dejado sola sin decir nada. Aún así me da curiosidad.

—Nuevamente le digo que lo siento pero él no está respondiendo a nadie ahora. Está demasiado ocupado, le sugiero que lo llame quizás dentro de unas dos o tres horas.

Maldición.

—Está bien, gracias por su tiempo.

Cuelgo y recuesto mi cabeza en el respaldo del sofá.

La curiosidad me está matando, no se me conoce por ser una persona paciente, ya lo he dicho muchas veces.

Aún con pereza y más ansiosa que antes me levanto del sofá y voy a la cocina para aunque sea prepararme algo de comer, ya mi estómago está haciendo acto de presencia.

Peligrosa ObsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora