5. Secuestro.

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Smoke— Bobi Andonov


Abro mis ojos abruptamente debido a la horrible pesadilla que tuve, he soñado lo mismo casi tres veces, tres veces en las que me he levantado y vuelto a caer dormida. Cosa que no sucedió justo ahora, y puedo ser consciente de que estoy sobre una cama mientras que una tela no permite que vea algo además de oscuridad. Mis manos están amarradas a cada extremo de esta, y mis piernas están pegadas entre ellas, una encima de la otra por los tobillos.

El corazón me comenzó a latir con fuerza al pensar que mi imaginación me jugó una mala broma en donde Christopher me había salvado, y en este momento simplemente estoy a la completa merced de John. Me obligué a retener las lágrimas e idear un plan o cualquier cosa para poder salir de aquí sin que él lo note y yo no salga lastimada.

Intenté moverme pero fue inútil, mis manos estaban amarradas firmemente, lo único que podía mover con rapidez eran mis piernas, pero no servía de nada ya que ambas estaban unidas y se me dificultaba.

De pronto sentí una respiración muy cerca de mi rostro y fue lo único que necesité para detenerme totalmente asustada. Dios... jamás me había sentido tan asustada y expuesta.

—Evie, tranquilízate —¡Dios mío! ¡Esa voz es de Chris! Por unos segundos mi cuerpo se relaja y siento el alivio recorriendo mis venas, solo hasta que recuerdo cómo me encuentro. Antes de poder gritar, Chris vuelve a hablar— no te voy a hacer daño, Evie, pero era necesario que te condujera conmigo.

Trato de relajarme nuevamente pero no logro entender porque tenía que inmovilizar también mi cuerpo.

—¿Entonces por qué estoy amarrada y no puedo ver nada? —reprocho fingiendo seguridad, una de las que en estos instantes carezco. Él resopla y acerca sus manos a mi rostro para quitarme el trapo que no permite ver absolutamente nada.

Abro mis ojos intentando acostumbrarme a la luz que entra con bastante fuerza por la ventana, para después ver el rostro de Chris muy cerca del mío. Lo examino con cuidado, se le nota cansado, tiene una ojeras pequeñas pero se logran ver, además del cabello desordenado.

Respiro un poco más recompuesta y me preparo para preguntarle de nuevo por qué tuvo que amordazarme.

—No quería que escaparas —es lo único que dice. Solo que eso no responde mi duda, en cambio hace que me asuste más. Me siento débil y expuesta. Muy expuesta—. Evie, no temas, te voy a desatar, pero me tienes que prometer que vas a escucharme y no intentarás escapar ¿Está bien?

Asiento repetidas veces.

—Sí, sí, haré lo que digas pero ya desátame. Estas cuerdas me lastiman.

Sus ojos me ven con arrepentimiento, sé que lo que le acabé de decir lo hizo sentirse mal.

—Lo siento —ignoro su disculpa mientras desata mis ataduras, con agilidad voy a hasta mis talones y los desato para después estirar mis piernas suspirando con alivio.

Cuando estoy completamente liberada le echo un vistazo al espacio en el que me encuentro. Es un cuarto pequeño pero bastante acogedor y bonito, pensé que iba a estar encerrada en un sótano. Por un momento recordé las palizas de John y los días que me dejaba sin absolutamente nada en su sótano. Me estremecí con terror, hace años que había olvidado eso, y desde ayer no he podido dejar de sentir lo que según yo ya no era parte de mí.

La puerta en general llama mi atención, está abierta. Volteo para ver qué hace Christopher, cuando me percato que está distraído, tomo impulso y corro hacia la puerta con la mayor rapidez que poseo y que mis fuerzas me permiten. No obstante, una mano enorme me atrapa por la muñeca y me devuelve al lugar donde me encontraba con rudeza.

Peligrosa ObsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora