16. Eres mío, Chris.

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Death in paradise— Unlike Pluto


Eva


—¿Dónde será nuestra próxima parada hoy? —pregunté por quinta vez. Estaba un poco alterada desde la última vez que salí a la calle, llevaba casi dos semanas sin hacerlo y la verdad hubiera preferido que fuera más tiempo. No había visto a Ellis en esas dos semanas y me preocupé demasiado, ni siquiera había dejado un recado o algo. Christopher me dijo que me tranquilizara que ella estaba bien y en algún momento volvería, decidí creerle.

Pero él no quería cometer el error de dejarme sola como esa vez ya que ambos sabemos lo que sucedió, así que aquí estoy. En el asiento del copiloto acabando con su paciencia por no dejar de hacer preguntas a cada segundo.

En mi defensa estoy nerviosa por volver a salir. Me da miedo cualquier persona, desde que ese asqueroso de Marlon intentó abusar de mí, ese día algo dejó de funcionar, y por ese algo me refiero a esa fingida fuerza que aparentaba para no volverme loca cuando vivía con John. Ahora me sentía más frágil que nunca, sentía que sólo sería un estorbo para Chris, una piedra en su zapato importunando su investigación para dar con ese asesino, a fin de cuentas también era para defenderme.

Admito que seguía enojada por lo que sucedió en ese bar, pero de hecho ya no era con él, era conmigo misma por haber sido tan débil al no castigarle por más tiempo. Me prometí que la próxima no sería así, esperaba cumplirlo.

—Evie, ya te prometí que no volveríamos a ese bar, ni hoy ni nunca. Así que por favor tranquilízate un poco, ángel —sus palabras pudieron haber sonado duras sin el "ángel" al final de la oración. Sonreí, me gustaba como salía de sus labios, también cómo brillaban sus ojos al pronunciarlo, sabía que a él le encantaba llamarme así.

—Lo sé, lo siento. Sólo estoy un poco nerviosa —"poco" era un vil eufemismo para lo que sentía. Pero tenía que sacar esa falsa fuerza que siempre aparenté, si quiero que ese hombre me deje en paz a mí y a este pueblo debo ser fuerte. 

O tratar por lo menos.

Paramos en un semáforo y él aprovechó para mirarme con cautela, luego sonrió mostrando sus perfectos dientes, me entraron unas inmensas ganas de besarlo pero me contuve al ver que estaba hablando.

—Yo también quiero besarte —oh diosito, no sabía si lo había dicho en voz alta y ahora mismo me sentía avergonzada—, descuida, tus ojos no mienten, ángel. Es la misma mirada que yo te doy cuando quiero comerte entera.

Joder.

Sonrió por última vez y volvió a manejar cuando el semáforo pasó a verde. Me quedé como una estúpida observándolo, desde que ambos habíamos follado, o hacer el amor, como sea, desde ese día que admitimos amarnos, no he podido dejar de pensarlo y sentirlo.

Mis noches se resumen en pesadillas con ese día en el baño y sueños sobre Christopher y yo cuando estábamos más pequeños. Son muy bonitos, esos son los que más me gustan y cada vez estoy más segura de que ya lo amaba cuando apenas era una niña.

No entendía cómo pude olvidar esos momentos, mis momentos. Quizás también fue parte del mecanismo de defensa que me tocó utilizar contra John cuando comenzaron las palizas.

No lo sé, pero odiaba que fuera así.

»Evie, sé que soy hermoso pero si sigues viéndome así haré que nos estrellemos.

Peligrosa ObsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora