1. Un día como cualquier otro.

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Dead man's arms— Bishop Briggs




Es extraño... estar encerrada en esta gran casa día y noche sin excepciones es desesperante.

Mis padres... ah... se podría decir que son paranoicos y sobreprotectores, aunque yo no lo tomaría de esa forma.

Desde que mi hermano se fue cuando yo tenía unos doce años, ellos simplemente no lo soportaron y toda la atención se volcó en mi contra. Nunca me han dejado salir.

Todo empeoró desde que un psicópata o "loco" como lo llama mi madre, comenzó a asesinar personas por los alrededores de Crestone, cada noche, sin falta.

Así que finalmente desistí de intentar salir.

Por alguna extraña razón siempre he querido poder ver al asesino encapuchado pasar frente a mi casa mientras escapa, o simplemente mientras realiza su acto.

Por los periódicos que papá lee a veces muestran las imágenes sin censura.

Me gustan (extrañamente).

Una vez papá me descubrió, y debo decir que no fue algo bonito. Me castigó y encerró en el sótano de esta enorme casa, además de dejarme sin alimento por dos noches y pegarme con el látigo que su padre; mi abuelo, le regaló.

Él es demasiado estricto y rígido, dice que cualquier acto tiene su consecuencia, en mi caso, un castigo por cualquier cosa que según él, no es de una señorita.

Algunas veces me he visualizado tomando uno de los cuchillos que hay en la cocina mientras degollo en su plenitud la garganta de mi padre. Para muchos puede ser desagradable, pero cada vez que esa imagen pasa por mi mente es casi imposible descartarla.

Es demasiado tentadora.

Siempre he tenido esos pensamientos, no es algo nuevo. Pero en los últimos cinco años por culpa de mi padre y sus castigos extremos, han incrementado.

He querido saber lo que se siente, la satisfacción y el deleite que te otorga el asesinar. La primera vez que lo intenté mi víctima iba a ser un pequeño gatito que mi madre me había regalado a los quince. No pude, y no porque me faltaran ganas, sino que algo quedó claro para mí ese día cuando estuve a punto de abrir por la mitad el estómago del gatito.

Los animales no se tocan.

No fui capaz de hacerlo, siempre me han gustado los animales y a pesar de eso pensé que podría hacerlo ya que era el método más fácil.

Era un gato y nadie preguntaría, ni se harían búsquedas por él.

Pero no pude, era mi gatito, y ver sus enormes ojos verdes justo antes de hacerlo me conmovió y no fui capaz. Llegué a pensar que a lo mejor solo tenía una obsesión con la sangre y los grandes cortes que los cuchillos pueden ocasionarle a la piel.

Pero sin pensarlo y planearlo un día de la nada mientras me encontraba ayudando a mi mamá en la cocina, sin intención corté gran parte de su dedo índice, no recuerdo cómo ni qué nos llevó a ese punto, lo único que recuerdo es la enorme fascinación y deleite que sentí cuando la sangre comenzó a brotar de la pequeña herida. Me gustó lo que se sintió al hacerlo, tanto como presenciarlo.

No pude dormir durante los siguientes días, cada vez que lo hacía soñaba lo mismo; mi madre tirada en el suelo, en medio de su propia sangre y yo frente a ella con un cuchillo en mi mano lleno de su sangre, una enorme sonrisa cínica y llena de alborozo. A pesar de eso nunca más intenté hacerlo de nuevo, mi padre comenzó a ser más estricto, manteniéndome vigilada las 24 horas completas (algo estúpido ya que claramente jamás he salido de esta casa, y dudo que lo haga).

Peligrosa ObsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora