¿Casualidad?

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Seijūrō colgó el teléfono. Imayoshi aún no había logrado investigar sobre los padres biológicos de su Omega.  Ya habían descartado Kyoto y sus alrededores. Iban ampliar la búsqueda.

-¿Hago pasar al siguiente paciente?

-Si, Amelia-san - Seijūrō adoraba a su enfermera, era una Omega de 50 años, era sumamente trabajadora -. ¿Cuántos faltan?

-Cinco. Agendaron dos de última hora.

-Bien. Cuando estos salgan saldré unos minutos. Necesito distraerme un momento.

-Por supuesto. Avisaré que lo mandaron a llamar de dirección.

-Gracias.

Durante media hora atendió al paciente y cuando éste abandonó el consultorio, él también lo hizo. Tomo el pasillo trasero para escapar. Necesitaba el sanitario y algo frío para bajar el calor.

Cruzaba por los pasillos, al doblar en una esquina chocó contra alguien.

-Disculpe, Sensei.

-No se preocupe- ayudo a la pareja a levantar sus cosas. No les presto atención -Venia distraído.

-Nosotros también, mi hijo se quedó estacionado el auto, ya llegamos algo tarde.

-Ya veo. Hasta luego- dijo sin mirar a la pareja. Le urgía el baño.

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-Akashi ¿No tienes consulta?

-Shintaro- dejo de beber la soda -. Si, pero ya me aburrí.

-No descuides a tus pacientes.

-No lo hago- bebió lo último de la soda -. Pero necesitaba algo refrescan.

-¿Cuál era la excusa está vez?

-Papá me llamo.

El peliverde negó -. Por eso Amelia-san es tu consentida.

-Por supuesto- sonrió y miró la hora -. Nos vemos. Ya tarde.

Regreso al consultorio y  siguió atendiendo.

-Los siguientes son los últimos.

-Al fin.  ¿Expediente?

-No. Es la primera vez que vienen. La esposa me dijo que ellos traen los estudios y todo del antiguo médico.

-Supongo que alguien los recomendó.

-No se decirle. Vienen desde Hokaido.

-Bastante lejos.

-Si. Pero considerando que usted es el mejor del país es mejor venir hasta aquí.

-Si tú lo dices- se encogio de hombros -. Una vez que entren ya puede retirarse. Son los últimos que atiendo y me voy.

-Esta bien. Nos vemos mañana.

Seijūrō se levantó y fue rápidamente  al sanitario, cuando regreso el paciente y sus familiares estaban sentados, y los reconoció eran con los que había chocado previamente  -. Siento la demora.

-No se preocupe.

Seijūrō miro con dudas al varón pelinegro, era el alfa de la familia; su voz se le hacía familiar hasta cierto grado -¿Quién es mi paciente?

-Yo- respondió el varón.

-Bien. Hábleme de su problema.

Seijūrō escuchó atentamente al paciente, la Omega se miraba rígida y el hijo también. Nada que ver con lo que normalmente veía en las consultas -. Ordenare los estudios pertinentes, la tomografía y la resonancia magnética. Así mismo, necesito los laboratoriales. También necesito medir su función cerebral.

-No es necesario. Ya los tenemos todos.

Seijūrō frunció el ceño pero asintió y pidió los estudios. Se levantó de su lugar y miro la tomografía. Su ceño se frunció aún más. Vio la resonancia magnética.

-¿Desde cuándo me dijo que fue diagnosticado?

-5 años- dijo rápidamente el alfa.

Seijūrō asintió, tomo los papeles de la función cerebral. Y luego los laboratoriales.

-Comprendo...- seijūrō miro a los tres -. ¿Y qué es exactamente lo que quieren que haga?

-¿Eh?

-La tomografía y la resonancia son de un adulto de unos 70 años. La actividad neuronal de alguien de 40, y  los laboratorios de alguien de 30. Así que... ¿Qué es lo que quieren?

El alfa sonrió -. Es el primero en descubrirlo.

-¿Y?- miró a la familia con duda. La Omega se quitó los lentes oscuros, y fue entonces que  su respiración se cortó.

Ojos chocolates le miraron fijamente.

-Creemos que usted tiene algo que nos pertenece- dijo el alfa tomando la mano de su mujer.

-Creo que su Arai-sensei, es nuestro hijo- dijo la mujer llorando.

InesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora