ℂℍ𝔸ℙ𝕋𝔼ℝ 𝔼𝕀𝔾ℍ𝕋𝔼𝔼ℕ

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Viernes, 10 de octubre de 2014; Las 12:05.


Ya han pasado casi cuatro semanas. Jeon no ha vuelto a venir a correr conmigo, ni tampoco se ha disculpado. No se sienta a mi lado ni en clase ni en la cafetería. No me envía mensajes ofensivos ni tampoco aparece los fines de semana siendo una persona distinta. Lo único que hace (al menos, creo que es él quien lo hace) es arrancar las notas adhesivas de mi casillero. Siempre me las encuentro arrugadas en el suelo del pasillo.

Sigo existiendo, él sigue existiendo, pero no existimos juntos. De todos modos, los días van pasando, independientemente de con quién exista. Y cuanto más tiempo se interpone entre el presente y aquel fin de semana que compartimos, más preguntas me vienen a la cabeza. Pero soy demasiado terco para hacérselas a él.

Quiero saber qué le sucedió aquel día. Quiero saber por qué se lo tomó tan a pecho en lugar de quitarle hierro al asunto. Quiero saber por qué no se ha disculpado, ya que seguramente le habría dado otra oportunidad. Se puso como un energúmeno, y tuvo un comportamiento extraño y un poco posesivo. No obstante, si lo pusiera en una balanza, aquel arrebato tendría tanto peso como todos sus aspectos positivos.

Yoongi ya no se esfuerza en analizar lo sucedido, y yo finjo no hacerlo. Pero lo hago, y lo que más me corroe por dentro es que todo lo que pasó entre nosotros empieza a parecerme surrealista, como si hubiese sido parte de un sueño. Me pregunto si aquel fin de semana sucedió de verdad, o si simplemente es otro recuerdo que no puedo comprobar si es real.

Durante todo un mes solo pienso en que no llegamos a besarnos (ya sé que es patético). Lo deseaba muchísimo, y saber que no voy a vivir esa experiencia me deja una sensación de vacío en el pecho. La naturalidad con la que interactuábamos, las caricias que me hacía justo donde yo las necesitaba, los besos que me daba en la cabeza... todas aquellas cosas eran trocitos de algo mucho más grande. Aunque no llegáramos a besarnos, aquello fue algo lo suficientemente grande para merecer cierto reconocimiento por su parte. Cierto respeto. Aunque no sepamos qué fue lo que estuvo a punto de surgir entre nosotros, Jeon lo trata como si hubiese sido un error, y eso me duele. Porque sé que él lo sintió. Estoy seguro de ello. Y si lo sintió del mismo modo que yo, sé que todavía lo sigue haciendo.

No tengo el corazón roto, y aún no he derramado ni una lágrima por lo sucedido. No puedo tener el corazón roto porque, afortunadamente, no le entregué esa parte de mí. Pero el orgullo no me impide admitir que estoy un poco triste, y sé que me costará tiempo superarlo porque Jeon me gustaba muchísimo. Así que estoy bien. Un poco triste y muy confundido, pero bien.

—¿Qué es esto? —le pregunto a Yoongi sin apartar la vista de la caja maravillosamente envuelta que acaba de dejar en la mesa.

—Un pequeño recordatorio.

Le lanzo una mirada inquisitiva.

—¿De qué?

Él se echa a reír y me acerca la caja.

—Es un recordatorio de que el lunes es tu cumpleaños. Ábrelo ya. —Suspiro, pongo los ojos en blanco y empujo la caja hacia un lado.

—Esperaba que lo olvidaras. —Él coge el regalo y vuelve a ponerlo delante de mí.

—Abre la maldita caja, Jimin. Sé que odias recibir regalos, pero a mí me encanta hacerlos. Así que deja de comportarte como un llorón, ábrelo, disfrútalo, abrázame y dame las gracias.

Dejo caer los hombros, aparto la bandeja vacía y cojo la caja.

—Envuelves muy bien los regalos —comento. Desato el lazo, despego un lado del papel y retiro todo el envoltorio. Miro el dibujo de la caja y arqueo una ceja—. ¿Me has comprado una tele?

Yoongi se echa a reír, niega con la cabeza y me quita la caja de las manos.

—No es una tele, tonto. Es un e-reader.

—Ah —respondo.

No tengo ni idea de lo que es un e-reader, pero estoy seguro de que EunJi no me permite tenerlo. Lo aceptaría igual que acepté el teléfono móvil que me regaló Taehyung, pero este trasto es tan grande que no puedo escondérmelo en el bolsillo.

—Me estás tomando el pelo, ¿verdad? —me pregunta, y se inclina hacia mí—. ¿No sabes lo que es un e-reader?

Me encojo de hombros.

—Sigue pareciéndome una tele en miniatura.

Yoongi se ríe a carcajadas, abre la caja y saca el aparato. Lo enciende y me lo devuelve.

—Es un dispositivo electrónico que contiene más libros de los que podrás leer en toda tu vida.

Él presiona un botón y la pantalla se ilumina. Después la recorre con el dedo, pulsa aquí y allá, y aparecen decenas de pequeñas imágenes de libros. Toco una de ellas y la portada de un libro ocupa toda la pantalla. Yoongi desliza el dedo por encima, pasa la página virtualmente y tengo ante mí el primer capítulo.

De inmediato empiezo a desplazar el dedo por la pantalla y observo cómo se pasan las páginas sin hacer ningún esfuerzo, una tras otra. Es lo más maravilloso que he visto jamás. Pulso más botones y accedo a más libros y ojeo más capítulos y, sinceramente, creo que nunca he tenido ante mí un invento más magnífico y práctico.

—¡Uau! —susurro.

No quito ojo al e-reader, y espero que Yoongi no esté gastándome una broma pesada porque, si intenta arrebatármelo, pienso huir con el regalo en las manos.

—¿Te gusta? —me pregunta, muy orgulloso—. He metido más de doscientos libros gratuitos, así que tienes para un buen rato.

Lo miro y veo que esboza una sonrisa de oreja a oreja. Dejo el e-reader en la mesa y me lanzo a su cuello. Es el mejor regalo que me han hecho nunca, y estoy sonriendo y abrazándolo tan fuerte que no me importa que se me dé tan mal recibir regalos. Yoongi me devuelve el abrazo y me da un beso en la mejilla. Lo suelto, abro los ojos y, sin querer, dirijo la vista hacia la mesa que he estado evitando mirar durante casi cuatro semanas.

Jeon nos está observando, sonriente. No es una sonrisa malvada, seductora ni escalofriante, sino simpática. En cuanto la veo, una oleada de tristeza estalla en mi corazón, y aparto la vista de él y vuelvo a mirar a Yoongi. Tomo asiento y cojo el e-reader.

—Yoongi, eres estupendo.

Él sonríe y me guiña un ojo.

—Es el mormón que hay en mí. Somos una gente formidable.






𝔾𝕣𝕒𝕔𝕚𝕒𝕤 𝕡𝕠𝕣 𝕝𝕖𝕖𝕣 💛💙

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