Sábado, 13 de septiembre de 2014; Las 17:05.
Hoy he aprendido una lección valiosísima sobre la lujuria: que da el doble de trabajo. Me he duchado no una, sino dos veces. Me he cambiado de ropa no dos, sino cuatro veces. He limpiado la casa una vez (eso ya es una vez más que de costumbre). He comprobado la hora más de mil veces y habré mirado el teléfono otras tantas veces, para ver si me ha llegado algún mensaje.
En su mensaje de anoche, Jeon no decía a qué hora vendría, de modo que llevo esperándolo desde las cinco. No se me ocurre nada más que hacer, porque ya he preparado suficientes postres para todo un año y he corrido más de seis kilómetros. He pensado en hacer la cena para los dos, pero como no tengo ni idea de a qué hora llegará, no sabría para cuándo tenerla lista. Estoy sentado en el sofá, tamborileando con las uñas, cuando recibo un mensaje de él.
«¿A qué hora quieres que vaya? No pienses que estoy deseando verte, porque la verdad es que me aburro mucho contigo» .
Me ha enviado un mensaje. ¿Por qué no se me ha ocurrido? Podría haberle escrito hace unas horas para preguntarle cuándo vendría. Me habría ahorrado toda esta inquietud innecesaria y patética.
«Ven hacia las siete. Y trae algo de comida. No pienso prepararte la cena» .
Dejo el teléfono en la mesita y me quedo mirándolo. Faltan una hora y cuarenta y cinco minutos. ¿Qué hago ahora? Echo un vistazo al salón vacío y, por primera vez, el aburrimiento empieza a tener un efecto negativo en mí. Hasta esta semana estaba bastante satisfecho con mi vida monótona. Pero últimamente he estado expuesto a la tecnología y a Jeon, y me pregunto cuál de esas dos tentaciones es la que me ha dejado con la miel en los labios. Probablemente ambas.
Estiro las piernas y apoyo los pies en la mesita de café que tengo enfrente. Hoy me he puesto unos tejanos y una camiseta, ya que, por fin, he decidido dar un descanso a los pantalones de chándal. Llevo el pelo peinado hacia atrás porque Jeon siempre me ha visto con el pelo en la frente. Pero no intento impresionarlo... Bueno, la verdad es que quiero impresionarlo.
Cojo una revista y la ojeo, pero me tiembla la pierna y no puedo estarme quieto. por lo que no consigo concentrarme. Leo la misma página tres veces seguidas, de modo que lanzo la revista a la mesita de café y echo la cabeza hacia atrás. Miro al techo. Después a la pared. Luego a los dedos de los pies, y me pregunto si debería usar calcetines.
Me estoy volviendo loco.
Al final, refunfuño y cojo el teléfono para escribirle otro mensaje.
«Ahora. Ven ahora mismo. Me aburro como una ostra, y si no vienes enseguida acabaré de leer el libro sin ti» .
Me quedo con el teléfono en las manos, y miro la pantalla mientras la hago rebotar contra mi rodilla. Jeon contesta de inmediato.
« :-D. Estoy comprándote la cena, mandón. Llegaré en veinte minutos» .
¿:-D? ¿Qué demonios significa eso? Espero que no esté burlándose de mí porque, de lo contrario, no pienso dejarle entrar en casa. Pero, en serio, ¿qué demonios significa?
Dejo de pensar en ello y me centro en la última frase: «Llegaré en veinte minutos» . Veinte minutos. Oh, mierda, de repente me parece muy poco tiempo. Voy corriendo al cuarto de baño y me arreglo el pelo, me coloco bien la ropa y me huelo el aliento. Correteo por toda la casa y la limpio por segunda vez.
Finalmente, cuando llaman al timbre, ya sé lo que tengo que hacer: abrir la puerta. Jeon espera con las manos llenas de bolsas, lo que le da un aspecto muy hogareño. Las miro con curiosidad, y él las agarra aún más fuerte y se encoge de hombros.
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ðžð ââðâ€ðžâ ððž âððŒâððž ⊠ððððððâ
Novela Juvenilâ° ððâðâððð: Park Jimin, un chico de diecisiete años, ha pasado lo que lleva de vida, en su casa. Por extraño que le parezca ha aceptado las condiciones de su madre de recibir educación en casa y de no poseer artefactos tecnológicos como una te...