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Sábado, 08 de noviembre de 2014; Las 23:20.


Es un recuerdo muy vívido, y no tengo ni idea de por qué me ha venido ahora a la mente. ¿Cómo no me había dado cuenta al ver su tatuaje día tras día, al oírle mencionar a Minnie y hablar sobre Hoseok? Me vuelvo hacia Jeon, lo agarro del brazo y lo remango. Sé que está ahí, sé lo que dice, pero esta es la primera vez que lo miro siendo consciente de lo que significa.

—¿Por qué te lo hiciste? ─le pregunto. Me lo ha explicado antes, pero ahora quiero saber el verdadero motivo. Él aparta la vista de la carretera y me mira.

—Ya te lo dije. Es un recuerdo de las personas a las que he fallado en la vida. —Cierro los ojos, vuelvo a apoyar la espalda en el respaldo y niego con la cabeza. Él siempre dice que no se anda con rodeos, pero no se me ocurre una explicación más imprecisa que la que insiste en darme sobre su tatuaje. ¿Cómo puede haberme fallado Jeon? No tiene ningún sentido que piense que me falló en la infancia. Y, a estas alturas, no consigo entender cómo se arrepiente tanto de aquello que decidió hacerse un tatuaje críptico. No sé qué más puedo decir o hacer para que me lleve a casa. No ha respondido a ninguna de mis preguntas, y otra vez está utilizando esos jueguecitos psicológicos con sus silencios indescifrables. Solo quiero irme a casa. Jeon detiene el coche, y espero que sea para dar la vuelta. Sin embargo, apaga el motor y abre la puerta. Miro por la ventanilla y veo que estamos en el aeropuerto. Estoy enfadado. No quiero estar aquí y verlo admirar las estrellas mientras da vueltas a la cabeza. O me responde, o me voy a casa.

Abro la puerta y, a regañadientes, lo sigo hasta la valla. Tengo la esperanza de que, si hago lo que él quiere por última vez, me dará una explicación enseguida. Me ayuda a saltar la valla, nos dirigimos al mismo rincón de la pista de aterrizaje en el que estuvimos y me tumbo. Miro hacia arriba y espero ver una estrella fugaz. Ahora mismo me iría bien que se me cumplieran un par de deseos. Pediría retroceder dos meses y no haber ido al supermercado aquel día.

—¿Estás listo para escuchar las respuestas? —me pregunta Jeon.

Vuelvo la cabeza para mirarlo.

—Estoy listo si esta vez vas a ser completamente sincero.

Él se sitúa frente a mí, se apoya en un brazo y se pone de costado. Y vuelve a hacerlo: se queda mirándome en silencio. Está más oscuro que la última vez que estuvimos aquí, por lo que apenas puedo ver qué cara tiene. Pero sé que está triste. Jeon nunca ha sabido esconder la tristeza que refleja su mirada. Se acerca a mí y lleva la mano a mi mejilla.

—Necesito besarte.

Casi rompo a reír, pero temo que vaya a hacerlo como un loco porque definitivamente no estoy en mi sano juicio. Niego con la cabeza, sorprendido de que se le haya ocurrido pedirme un beso en estos momentos. De ningún modo voy a dárselo tras descubrir que ha estado mintiéndome durante dos meses.

—No —respondo tajantemente.

Jeon no aparta el rostro del mío, ni tampoco la mano de mi mejilla. Odio que, a pesar de lo enfadado que estoy con él por haberme engañado, mi cuerpo siga reaccionando a su tacto. La mía es una batalla interna muy peculiar porque no sé si golpear o besar la boca que tengo a apenas cinco centímetros de mí.

—Necesito besarte —repite, en un tono suplicante—. Por favor, Jimin. Me da miedo que después de que te lo cuente todo... no pueda volver a besarte. —Se acerca a mí y me acaricia la mejilla con el dedo pulgar, sin dejar de mirarme a los ojos—. Por favor. —Asiento ligeramente, sin estar seguro de por qué estoy dejándome llevar por mi debilidad. Jeon me besa, y yo cierro los ojos y abro la boca porque una gran parte de mí teme que esta sea la última vez que sienta sus labios contra los míos. Temo que sea la última vez que sienta cualquier cosa, porque él es el único con quien he querido sentir algo.

𝔸𝕃 ℂℝ𝕌ℤ𝔸ℝ 𝕃𝔸 ℙ𝕌𝔼ℝ𝕋𝔸 ❦ 𝕂𝕆𝕆𝕂𝕄𝕀ℕDonde viven las historias. Descúbrelo ahora