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Lunes, 13 de octubre de 2014; Las 08:40.


Me doy la vuelta e inspecciono la cama, pensando que lo sucedido anoche fue un sueño. Jeon no está aquí, pero en su lugar hay una cajita envuelta para regalo. Me apoyo en el cabecero y me quedo mirándola durante mucho tiempo antes de levantar la tapa y descubrir lo que guarda. Es una especie de tarjeta de crédito, y la saco y la leo. Me ha comprado una tarjeta telefónica con minutos de saldo. Muchos minutos.

Sonrío porque sé el significado del regalo. Todo se debe al mensaje que le envió Taehyung. Jeon planea robarle a su chico y aprovecharse de los minutos que él me puso. Sonrío e inmediatamente cojo el teléfono de la mesilla de noche. Tengo un mensaje y es de Jeon.

«¿Tienes hambre?»

Es una frase corta y concisa, pero es su modo de hacerme saber que sigue aquí. En algún lugar. ¿Estará haciéndome el desayuno? Antes de ir a la cocina me limpio los dientes en el cuarto de baño, me quito la camiseta y me pongo una camisa de mangas medias y un short lo suficientemente largo para cubrir mis muslos, y peino mi cabello hacia un lado. Miro mi reflejo en el espejo y veo a un chico deseoso de perdonar a su no-novio, pero no sin que antes su no-novio se postre ante él.

Al abrir la puerta de la habitación huelo a tocino y oigo el chisporroteo de la grasa proveniente de la cocina. Cruzo el pasillo, me detengo en la esquina y me quedo mirando a Jeon un rato. Está de espaldas a mí, cocinando y tarareando. Está descalzo, lleva unos tejanos y una camiseta blanca sin mangas. Vuelve a sentirse como en casa, y no sé cómo tomármelo.

—Me he marchado muy temprano esta mañana —me dice sin darse la vuelta— porque me daba miedo que tu madre entrara en la habitación y pensara que estaba intentando dejarte embarazado. Luego he ido a correr, he vuelto a pasar por tu casa y, al ver que el coche todavía no estaba, he caído en la cuenta de que EunJi se ha quedado trabajando en la feria ya que suele irse el primer fin de semana de cada mes, aunque también podría haber otra razón por la que ella aún no está aquí. En fin, decidí que nos saltáramos las clases hoy y he ido a hacer la compra y he preparado el desayuno. También he traído comida para el mediodía y para la noche, pero quizá sea mejor que hoy comamos juntos solo el desayuno por si EunJi decide aparecer más tarde. —Se da la vuelta y me mira lentamente de arriba abajo—. Felicidades. Me gusta mucho ese look. He comprado leche de verdad, ¿te apetece?

Me acerco a la barra sin quitarle ojo, intentando procesar todas las palabras que acaban de salir de su boca. Saco una silla y me siento. Jeon me sirve un vaso de leche, aunque no le haya respondido que me apetece, y me lo acerca esbozando una gran sonrisa. Antes de que le dé un trago, se aproxima a mí y sostiene mi barbilla con la mano.

—Tengo que besarte. Anoche tu boca me pareció tan perfecta que temo haberlo soñado.

Lleva los labios a los míos y, en cuanto su lengua roza la mía, me doy cuenta de que esto va a ser un problema. Su boca y su lengua y sus manos son tan perfectos que nunca podré estar enfadado con él si los utiliza contra mí de esta manera. Lo agarro de la camiseta y aprieto los labios contra los suyos. Jeon gime y lleva las manos a mi cabeza, pero, de repente, me suelta y se aparta.

—No —dice sonriente—. No lo he soñado.

Vuelve a la cocina y apaga los fogones. Después apila en un plato el tocino, los huevos y las tostadas. Lo trae a la mesa y me sirve. Acto seguido, toma asiento y empieza a comer. Me sonríe constantemente, y entonces me doy cuenta. Ya lo sé. Sé cuál es su problema. Sé por qué es feliz y malhumorado y temperamental y caótico; por fin todo cobra sentido.

—¿Podemos jugar a Cenas o preguntas, aunque estemos desayunando? —me propone.

Doy un sorbo de leche y asiento.

𝔸𝕃 ℂℝ𝕌ℤ𝔸ℝ 𝕃𝔸 ℙ𝕌𝔼ℝ𝕋𝔸 ❦ 𝕂𝕆𝕆𝕂𝕄𝕀ℕDonde viven las historias. Descúbrelo ahora