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Domingo, 09 de noviembre de 2014; Las 17:15.


Dormimos hasta pasada la hora de desayunar y de comer. Por la tarde, cuando Jeon regresa a la habitación con algo para picar, estoy muerto de hambre. Han pasado casi veinticuatro horas desde la última vez que me llevé algo a la boca. Jeon acerca dos sillas a la mesa y saca lo que hay en las bolsas. Me ha traído lo que pedí anoche tras la exposición de arte y que no llegamos a comprar. Quito la tapa al batido de chocolate, doy un trago muy largo y abro el envoltorio de la hamburguesa. Entonces, cae un papelito y aterriza en la mesa. Lo cojo y me dispongo a leer.

«Aunque ya no tengas teléfono móvil y tu vida sea un verdadero drama, no voy a dejar que te explote el ego. Estabas horrible con esa camiseta y ese bóxer. Espero que hoy vayas a comprarte un pijama largo porque no quiero volver a ver tus patas de pollo».

Al acabar de leerla, miro a Jeon y veo que está sonriendo. Sus sonrisa de conejo es preciosa, por lo que me inclino y lamo su barbilla.

—¿Qué ha sido eso? ─me pregunta entre carcajadas.

Doy un mordisco a la hamburguesa y me encojo de hombros.

—He querido hacerlo desde el día en que te vi en la tienda.

Él hace un gesto petulante y apoya la espalda en el respaldo de la silla.

—¿Tuviste ganas de chuparme la cara la primera vez que me viste? ¿Es eso lo que sueles hacer cuando un chico te atrae?

Niego con la cabeza.

—No toda tu cara, solo tus labios y barbilla ─respondo─. Y no. Eres el único chico al que he tenido ganas de lamer.

Me lanza una sonrisa llena de complicidad.

—Bien. Porque tú eres el único chico al que he tenido ganas de querer.

Joder. No ha dicho directamente que me quiere, pero oír esa palabra saliendo de su boca hace que se me hinche el corazón. Muerdo la hamburguesa para ocultar mi sonrisa, y dejo que su frase flote en el aire. Aún no estoy listo para que desaparezca.

Los dos acabamos de comer en silencio. Me levanto y recojo la mesa, y después me acerco a la cama y me pongo las zapatillas.

—¿Adónde vas? ─me pregunta mientras me ato los cordones.

No le contesto de inmediato, porque no estoy seguro. Solo me apetece salir de la habitación. Al acabar de atarme las zapatillas me pongo en pie, me acerco a él y lo envuelvo con mis brazos.

—Me apetece dar un paseo ─le digo─. Y quiero que vengas conmigo. Estoy listo para empezar a hacerte preguntas.

Jeon me da un beso en la frente y coge de la mesa la llave de la habitación.

—En marcha ─responde, y entrelaza los dedos con los míos.

Cerca del hotel no hay ni parques ni senderos, por lo que decidimos ir al patio. Hay una piscina rodeada de varias cabañas, pero todas están vacías. Jeon me lleva a una de ellas. Nos sentamos, apoyo mi cabeza en su hombro y miro hacia la piscina. Estamos en octubre, pero aún no hace mucho frío. Meto los brazos por las mangas de la camiseta y me abrazo a mí mismo, acurrucado contra Jeon.

—¿Quieres que te cuente lo que yo recuerdo? ¿O prefieres que te aclare alguna duda en especial? ─me pregunta.

—Ambas cosas. Pero primero quiero escuchar tu historia.

Él pone alrededor de mis hombros el brazo. Me acaricia el mío y me besa en la sien. No me importa que me dé tantos besos en la cabeza, porque cada uno de ellos me parece el primero.

𝔸𝕃 ℂℝ𝕌ℤ𝔸ℝ 𝕃𝔸 ℙ𝕌𝔼ℝ𝕋𝔸 ❦ 𝕂𝕆𝕆𝕂𝕄𝕀ℕDonde viven las historias. Descúbrelo ahora