Atlas ha pasado por mucho desde que desapareció, ha descubierto cosas nuevas sobre sus poderes y le ha quedado claro que podía llegar a ser un peligro si los usaba.
Mike trata de ayudarla a entender que no lo es.
Eso es lo que él piensa.
Esta es la...
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Jane cerró la puerta apenas llegamos a nuestro hogar, me deje caer en el sofá y prendí el televisor sin molestarme de que alguien me viera usar mis poderes. No había nada interesante en la televisión, Jane estaba encerrada en su habitación con la música a alto volumen, Steve estaba trabajando y mis padres, no tenía ni la menor idea, pero supuse que mi padre estaba apunto de salir del trabajo y mi madre pasando su tiempo en el ático.
Su meta era tener todo limpio antes de que se acabara el año y tener una idea de que hacer con el espacio extra.
Cuando finalmente encontré algo interesante por ver, la música de Jane no me dejaba escuchar la televisión y se lo había dejado en claro más de dos veces, pero al parecer no quería hacerme caso.
Quería destruir su maldita radio.
No aguante ni un segundo más, salí de la casa sin dejar de maldecir en voz baja y me subí a mi bicicleta yendo de camino a casa de Mike, esperando tener tranquilidad aunque fuera por tan solo una hora. Sin embargo, al llegar, no había nadie en casa.
Que suerte la mía, eh.
Deje escapar un gruñido, me volví a subir a mi bicicleta pedaleando lentamente por las calles y arrepintiéndome de no haber traído mi walkman. Me quede concentrada viendo solamente el suelo por el que pasaba rápidamente, recordando lo que paso después de haber despertado en el campo y de ser acompañada por Mike hasta mi casa.
—Me asustaste, parecías Will cuando fue poseído por el Deshuellamentes.
—De seguro solo fueron mis poderes afectándome el cerebro.
—Ni siquiera bromees con eso.
—No tienes de que preocuparte, estoy bien... Todo esta bien.
Me detuve de golpe al escuchar el pitido de un auto, caí de la bicicleta raspándome las palmas de las manos y los brazos. Me queje por el dolor y evitando que mis palmas tocaran el suelo, batallé en sentarme, viendo como también tenía las rodillas raspadas. Hice una mueca por el dolor, escuche la puerta del auto ser abierta y al levantar la mirada, vi como un hombre semi-calvo me miraba con enojo.
—¡¿Acaso eres idiota?! ¡Casi arruinaste mi auto!
—¡¿Disculpa?! ¡Casi me atropellas!
—¡Tal vez eso te hubiera dado la lección de ver por donde vas, mocosa!
Le mire indignada y me levante del suelo con dificultad, sin dejar de ver como la sangre salía de mis raspones, cosa que me hizo enfurecer más que escuchar la molesta música de Jane. Pero lo que estaba por encima de los raspones, era el hecho de que casi me mataba y le importaba más su estúpido auto de mierda, que ni siquiera tenía un rasguño.
