Atlas ha pasado por mucho desde que desapareció, ha descubierto cosas nuevas sobre sus poderes y le ha quedado claro que podía llegar a ser un peligro si los usaba.
Mike trata de ayudarla a entender que no lo es.
Eso es lo que él piensa.
Esta es la...
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Abrí los ojos al escuchar unas voces lejanas, mire a mi alrededor tratando de encontrar a alguien, pero solo vi el azul que me daba a entender que estaba bajo el agua. Ni siquiera tuve que bajar un poco la mirada para darme cuenta de que tenía puesto ese maldito casco que solía usar en el tanque del laboratorio.
«Es un sueño. Solo un maldito sueño» pensé.
Quise concentrarme en lo que decían aquellas voces, pero termine frunciendo el ceño al no lograr entender lo que decían. Me moví con tal de quedar más cerca del cristal e intentar escuchar algo con claridad, pero por más que trate, solo lograba escuchar los mismos murmureos.
Levante la mirada en busca de la salida, pero quede espantada al darme cuenta de que solo había cristal. No había salida.
Mi corazón se acelero y antes de que siguiera entrando en pánico, baje la mirada al ver como una luz se aproximaba al tanque. Tuve que poner mi brazo por encima de mis ojos, para poder ver la figura de un hombre y cuando estuvo lo suficientemente cerca para poder reconocer su rostro, quise llorar en ese instante.
—¿Hopper?
Puse mi mano en el vidrio, el hombre no dijo nada, solo me miraba con un semblante serio. Lo volví a llamar, pero me ignoro para ver hacia atrás, donde ahora pude alcanzar a ver unos científicos detrás del ventanal y al momento de regresar su mirada a mí, fue cuando caí en cuenta de que no era él.
Mi mente solo estaba engañándome.
Volví a recordarme que era un simple sueño y cerré los ojos queriendo despertar, pero su risa era lo que me distraía.
—¿Quieres saber que es gracioso? —su voz sonaba tan real.
—Cállate...
—Se supone que eras la más fuerte de todos los niños, pero ni siquiera pudiste evitar que esa cosa se metiera dentro de ti. ¿Ahora que harás? ¿Dejarás que mate a todos? ¿Dejarás que te maté?
No entendía de que diablos hablaba, pero no me importó, pues solo quería que desapareciera de una maldita vez. Cerré los ojos con más fuerza y seguí tratando de despertar de este sueño, pero por más que lo intentaba, no podía, ya que siempre que abría los ojos aún podía ver su maldito rostro.
Le di un golpe al cristal, aún viendo la pequeña sonrisa en su cara.
—¡¿Por qué tienes que molestarme?! ¡Vete! ¡Adiós! ¡Shu!
—Solo te recuerdo de donde vienes, Ten.
—No me importa.
—¡Claro que te importa! Cuando alguien te pregunta en donde naciste, ¿Qué respondes? ¿Qué naciste en un laboratorio? ¿Les dices que eres una rata con la que experimentaron? o ¿Un monstruo? —golpeé nuevamente el vidrio, sin dejar de verle con enojo—. No, tengo una pregunta mejor... ¿Extrañas la sangre en tus manos?
